LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº17 (8.12.2025)
PARTIDO OFICIAL Nº 3717
MALAGA 1-1 REAL ZARAGOZA
1-0, min: 16: Galilea.
1-1, min: 95, Dani Gómez de penalti.
Ficha técnica
Málaga: Alfonso Herrero; Puga (Gabilondo, 83’), Einar Galilea, Recio, Víctor García; Izan Merino, Dotor (Ochoa, 83’); Larrubia, Dani Lorenzo (Rafa Rodríguez, 65’), Joaquín Muñoz (Lobete, 73’); y Adrián Niño (Chupe, 73’).
Real Zaragoza: Andrada; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic (Tachi, 53’), Pomares (Tasende, 65’); Keidi Bare, Raúl Guti; Francho Serrano, Valery (Cuenca, 65’); Soberón (Dani Gómez, 75’) y Kodro (Toni Moya, 75’).
Goles: 1-0, min: 16: Galilea. 1-1, min: 95, Dani Gómez de penalti.
Árbitro: Germán Cid Camacho (Comité de Castilla y León). Mostró amarillas a Insua (16’), Pomares (29’), Víctor García (38’), Galilea (87'), Tachi (88'), Lobete (90’), Recio (93+), Andrada (98+). Expulsado con roja directa Bakis, cuando el partido ya había terminado.
Málaga 1-1 Real Zaragoza
37.5 % Posesión 62.5 %
7 remates dentro 5
6 disparos bloqueados 3
6 remates fuera 7
15 disparos recibidos 19
4 tarjetas amarillas 4
0 tarjetas rojas 1
7 faltas recibidas 11
11 faltas cometidas 7
116 perdidas de posesión 129
44 recuperaciones de posesión 45
2 fueras de juego 2
Un punto de crecimiento: el Real Zaragoza empata en el añadido con el Málaga (1-1)
De penalti, en el añadido y con la firma de Dani Gómez, el Real Zaragoza rasca un empate muy merecido de La Rosaleda, con un fútbol en clara progresión y cada vez más rico en matices.
El Zaragoza es un equipo con una confianza en sí mismo y una seguridad en lo que hace que permite partidos como el de La Rosaleda, en los que su fútbol creciente y resucitado reclamó con fiereza un punto que, eso sí, sudó para atrapar. Su juego hasta pudo cosechar contra el Málaga algo más en un duelo que fue suyo en la segunda mitad por completo. Le costó plantar al Zaragoza su huella en La Rosaleda, pero lo hizo.
Desde que está Sellés, casi siempre se juega a lo que intuye y prescribe él. Contra un Málaga centelleante, agresivo, muy intenso y firme, sufrió para sacar adelante sus planes y atar un punto de un pulso divertido, de idas y vueltas, jugado de manera desenfada por todos. Dani Gómez, quién lo iba a decir, en barbecho la pasada semana, germinó con un gol en el descuento, de penalti, en el 95.
El Zaragoza ganó en Eibar con 10 y puntuó en una plaza dura cuando ya parecía que no. La ruleta de la fortuna sonríe, pero sonríe porque el Zaragoza la hace girar más fuerte con su fútbol. Enriquecido en Málaga en fases de balón, cada vez más cerebral, afilado y cohesionado en la construcción y generación de juego, el bloque de Sellés hizo muchas cosas bien en una maquinaria cada vez mejor engrasada: el Zaragoza tiene ya interiorizados patrones que hace un mes y medio eran imposibles de imaginar en este equipo. El punto no le saca de abajo aún, pero avisa de que, de seguir así, pronto lo hará.
Al Zaragoza ya se le reconoce sin maquillaje alguno, sus ojos, su boca, sus orejas, su rostro lo compone ya un ejército de jugadores a los que Sellés ha consolidado en un once estable y reiterativo. Ni una sola pincelada o matiz le dio el técnico al once titular, repitiendo la alineación que abrió la victoria contra el Leganés -primera vez que se repite en la temporada-. Además de los nombres, también persistió ese 4-4-2 asimétrico, dinámico y compacto que compone el andamiaje táctico de este Real Zaragoza. Una estructura apoyada en ese doble pivote conformado por Raúl Guti y Keidi Bare -de vuelta al sitio donde echó raíces- y complementado, cuando el juego lo dicta, por el capitán Francho: el Zaragoza de los centrocampistas.
En el Málaga, su técnico, Juan Funes, tampoco tocó pieza alguna respecto a las dos alineaciones ligueras que ha gestionado desde que asumió el cargo. Es un hombre de la casa en un club de nutrida producción canterana. Sabe lo que tiene entre manos, cree en ello y esa línea marca su apuesta. David Larrubia, un extremo de cuerpo liviano, pero afilado, habilidoso, ligero e imaginativo es el verso que da sentido a su equipo, organizado en un 4-2-3-1. El Zaragoza sabía a quien debía atar en corto y desconectar del juego. La otra amenaza, el oportunista Adrián Niño, que venía de marcar en los últimos partidos, también exigió alerta y concentración.
Los primeras fuerzas del partido fueron igualadas, con ambos conjuntos intentando imponer sus planteamientos. El Zaragoza más atrevido que nunca en la construcción, con el portero Andrada en la base de la jugada, gestionando los acontecimientos en la salida de balón al borde de un desfiladero. Un nuevo signo de evolución del equipo, peligroso, con sus consecuencias letales en la carta de posibilidades, pero que el Zaragoza sacó adelante, dándole progresión a su fútbol. Sellés trató de estirar todo lo posible al rival, para conectar con Soberón o Kodro, pero con la finalidad de que la pelota terminara en duelos de Valery y Francho con sus laterales. Al Zaragoza le faltó finura, precisión y calma en esas acciones que daban verticalidad a su fútbol. El Málaga, por su parte, también trataba de imponerse desde la posesión, aunque con un juego más corto, reposado y asociativo. Así estaba diseñado el mapa del encuentro, con un choque de estilos de posesión: más incisivo el aragonés, más reflexivo el malagueño.
Andrada midió mal una salida y permitió a Dani Lorenzo la primera oportunidad. Replicó rápido el Zaragoza, con un disparo lejano de Raúl Guti. Mientras ambos equipos se tanteaban e identificaban las fisuras del rival, el partido se fue desmadejando en una dirección: el Zaragoza salía y circulaba con ritmo la pelota, pero sufría pérdidas y errores en determinadas zonas que el Málaga comenzó a castigar.
El Zaragoza no tiene una línea de defensas rápida, poderosa y aguda para proteger muchos metros. Pomares, Insua, Radovanovic… Son jugadores que respiran mejor cerca de su área. Y así, el Málaga encontró la salida a su laberinto corriendo como un relámpago, tejiendo el traje de partido que peor le cae frente al espejo al Zaragoza, muy expuesto, débil en esos espacios abiertos en los que Larrubia, Joaquín y Adrián Niño pusieron peso pluma, donde el Zaragoza tenía pesos pesados, rígidos y plomizos. Sellés quiere tirar la línea muy lejos de su área, asumiendo así el riesgo de este tipo de defensores. También le faltaba al equipo ajuste en la presión, marcar el territorio desde el robo. Apenas recuperaba y ganaba pulsos individuales, una de sus rasgos de identidad. En este sentido, estaba superado por el jugador de más que tenía el Málaga en el medio.
En uno de los mencionados duelos a campo abierto, Insua se llevó una amarilla. De la falta salió el gol del Málaga. Otro desliz del conjunto de Sellés en el balón parado. Andrada la sacó, pero la sacó a la frontal, donde Izan Merino -notable y clarividente mediocentro organizador- le pegó. Le pegó muy mal, la verdad, pero en esas cosas que tiene el fútbol, el balón, que se iba a La Malagueta, le dio a Galilea y se fue para dentro. Una vez más, al Zaragoza, con muy poca pólvora, le derrumbaban el edificio, demasiados daños.
La escuadra aragonesa no se alteró, aunque no estaba nada cómoda. Poco a poco, fue reduciendo pérdidas, ganando solidez en la posesión y aproximándose al área de Alfonso Herrero. No le dio mucho trabajo, pero comenzó a asentarse cerca de su área, sobre todo, en el flanco derecho, donde Francho se movía sigiloso e invisible, pero siempre certero. Sin embargo, dio la sensación de que la llave de la cerradura estaba en el otro lado, donde el Zaragoza no explotaba a Valery, cuyas arrancadas pulverizaban a Puga. Faltó volcar más allí el fútbol.
El Málaga pudo marcar el segundo en centro de Larrubia, que Andrada vio pasar delante de la nariz y que Pomares sacó de la línea. El lateral izquierdo vio también amarilla, en ese tipo de jugadas que lo desnudan, teniendo que defender hacia atrás en una de las galopadas de los locales. Esa tarjeta y la de Insua eran como jugar con una bomba encadenada al pecho, tal y como estaba la historia.
Ese tipo de contras era un problema, como las diagonales del avispado Larrubia. Mientras tanto, el Zaragoza buscaba la rendija buena. Valery se encendió en la izquierda, y cedió a Kodro, muy forzado en el remate. En ese tramo final, los aragoneses crecieron. Francho ganó línea de fondo, vio a Soberón ya con al escopeta en el hombro, pero también lo intuyó Herrero, que se quedó con el pase.
Aunque, a la salida del descanso, Dani Lorenzo tuvo un cabezazo que subrayó el pánico aragonés en el balón parado; el Zaragoza comenzó a manejar la trama, jugando con personalidad en todo el campo excepto en el tercio final, donde le faltaba determinación. Tachi relevó a Radovanovic, justo después de que Soberón chutara alto con la izquierda. Al poco, Guti resolvió, aunque a las manos de Herrero, una secuencia con cinco pases del Zaragoza en el área. Fue la advertencia de que el equipo de Sellés conquistaba ya ese terreno enemigo. Pero también aparecieron aún más espacios para el Málaga, para que el partido se descosiera. Andrada le puso un pecho de lobo a un tiro venenoso de Adrián Niño.
El Zaragoza las tuvo claras en un disparo bloqueado a Kodro tras un centro (el primero bueno) de Aguirregabiria y un córner peinado de Tachi, al que, por un pelo, no llegaron Soberón ni Insua en el segundo palo. Sellés mudó la banda izquierda. Tasende y Cuenca relevaron a Pomares y Valery. El Zaragoza ganó más dominio, pero no concretaba. Tenía volumen de juego, fluidez y profundidad, Cuenca avivó el fuego por ese lado izquierdo… Aunque faltaba la pimienta en el filete. Francho pudo ponerla, cuando Sellés sentó al acalambrado Soberón y a Kodro, su dupla atacante. Sin embargo, solo salió un punta, Dani Gómez, acompañado por Toni Moya. Sellés quiso más precisión en el timón a cambio de perder cañones. En esas, Tachi enhebró un pase con hilo de seda que dejó a Dani Gómez solo ante el gol. Dribló a Herrero, pero cuando fue a marcar apreció una mano milagrosa.
El Zaragoza merecía el empate, pero no atinaba, con poca intimidación, con pocos hombres de gol cuando más necesarios eran. Pidió penalti el Zaragoza por un pisotón a Insua. El equipo aragonés se fue a lo loco arriba, facilitando oportunidades. Una la libró Francho que bajó a defender en bólido. Otra la paró en vuelo alto Andrada. Mientras, el ‘tío calambres’ aparecía en las filas del Málaga para ganarle tiempo al reloj.
También apareció Recio. El central tiró a Insua y lo cazaron. Penalti. Lo pidió Dani Gómez, resarcido, convencido, osado, reivindicativo… Y ahora sí venció a Herrero. Todos los méritos del fútbol coincidieron entonces en el marcador. Era el final, o lo parecía. Porque el desenlace se adentró en el universo Andrada. Primero con dos paradas decisivas. Después, levantando la bandera de perro viejo argentino. Sacó de quicio a todos en Málaga. Pero se salió con la suya: vio la quinta amarilla y no jugará contra el Cádiz, en el partido en el que el Zaragoza debe seguir lanzando al espacio señales nuevas de equipo resucitado





