lunes, 8 de diciembre de 2025

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº17 (8.12.2025)

 

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº17 (8.12.2025)

PARTIDO OFICIAL Nº 3717

 MALAGA 1-1 REAL ZARAGOZA

1-0, min: 16: Galilea.

1-1, min: 95, Dani Gómez de penalti.

Ficha técnica

Málaga: Alfonso Herrero; Puga (Gabilondo, 83’), Einar Galilea, Recio, Víctor García; Izan Merino, Dotor (Ochoa, 83’); Larrubia, Dani Lorenzo (Rafa Rodríguez, 65’), Joaquín Muñoz (Lobete, 73’); y Adrián Niño (Chupe, 73’).

Real Zaragoza: Andrada; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic (Tachi, 53’), Pomares (Tasende, 65’); Keidi Bare, Raúl Guti; Francho Serrano, Valery (Cuenca, 65’); Soberón (Dani Gómez, 75’) y Kodro (Toni Moya, 75’).

Goles: 1-0, min: 16: Galilea. 1-1, min: 95, Dani Gómez de penalti.

Árbitro: Germán Cid Camacho (Comité de Castilla y León). Mostró amarillas a Insua (16’), Pomares (29’), Víctor García (38’), Galilea (87'), Tachi (88'), Lobete (90’), Recio (93+), Andrada (98+). Expulsado con roja directa Bakis, cuando el partido ya había terminado.

Málaga 1-1 Real Zaragoza

37.5 % Posesión 62.5 %
7 remates dentro 5
6 disparos bloqueados 3
6 remates fuera 7
15 disparos recibidos 19
4 tarjetas amarillas 4
0 tarjetas rojas 1
7 faltas recibidas 11
11 faltas cometidas 7
116 perdidas de posesión 129
44 recuperaciones de posesión 45
2 fueras de juego 2


 
 Un punto de crecimiento: el Real Zaragoza empata en el añadido con el Málaga (1-1)

De penalti, en el añadido y con la firma de Dani Gómez, el Real Zaragoza rasca un empate  muy merecido de La Rosaleda, con un fútbol en clara progresión y cada vez más rico en matices. 

El Zaragoza es un equipo con una confianza en sí mismo y una seguridad en lo que hace que permite partidos como el de La Rosaleda, en los que su fútbol creciente y resucitado reclamó con fiereza un punto que, eso sí, sudó para atrapar. Su juego hasta pudo cosechar contra el Málaga algo más en un duelo que fue suyo en la segunda mitad por completo. Le costó plantar al Zaragoza su huella en La Rosaleda, pero lo hizo.

Desde que está Sellés, casi siempre se juega a lo que intuye y prescribe él. Contra un Málaga centelleante, agresivo, muy intenso y firme, sufrió para sacar adelante sus planes y atar un punto de un pulso divertido, de idas y vueltas, jugado de manera desenfada por todos. Dani Gómez, quién lo iba a decir, en barbecho la pasada semana, germinó con un gol en el descuento, de penalti, en el 95.

El Zaragoza ganó en Eibar con 10 y puntuó en una plaza dura cuando ya parecía que no. La ruleta de la fortuna sonríe, pero sonríe porque el Zaragoza la hace girar más fuerte con su fútbol. Enriquecido en Málaga en fases de balón, cada vez más cerebral, afilado y cohesionado en la construcción y generación de juego, el bloque de Sellés hizo muchas cosas bien en una maquinaria cada vez mejor engrasada: el Zaragoza tiene ya interiorizados patrones que hace un mes y medio eran imposibles de imaginar en este equipo. El punto no le saca de abajo aún, pero avisa de que, de seguir así, pronto lo hará.

Al Zaragoza ya se le reconoce sin maquillaje alguno, sus ojos, su boca, sus orejas, su rostro lo compone ya un ejército de jugadores a los que Sellés ha consolidado en un once estable y reiterativo. Ni una sola pincelada o matiz le dio el técnico al once titular, repitiendo la alineación que abrió la victoria contra el Leganés -primera vez que se repite en la temporada-. Además de los nombres, también persistió ese 4-4-2 asimétrico, dinámico y compacto que compone el andamiaje táctico de este Real Zaragoza. Una estructura apoyada en ese doble pivote conformado por Raúl Guti y Keidi Bare -de vuelta al sitio donde echó raíces- y complementado, cuando el juego lo dicta, por el capitán Francho: el Zaragoza de los centrocampistas.

En el Málaga, su técnico, Juan Funes, tampoco tocó pieza alguna respecto a las dos alineaciones ligueras que ha gestionado desde que asumió el cargo. Es un hombre de la casa en un club de nutrida producción canterana. Sabe lo que tiene entre manos, cree en ello y esa línea marca su apuesta. David Larrubia, un extremo de cuerpo liviano, pero afilado, habilidoso, ligero e imaginativo es el verso que da sentido a su equipo, organizado en un 4-2-3-1. El Zaragoza sabía a quien debía atar en corto y desconectar del juego. La otra amenaza, el oportunista Adrián Niño, que venía de marcar en los últimos partidos, también exigió alerta y concentración. 

Los primeras fuerzas del partido fueron igualadas, con ambos conjuntos intentando imponer sus planteamientos. El Zaragoza más atrevido que nunca en la construcción, con el portero Andrada en la base de la jugada, gestionando los acontecimientos en la salida de balón al borde de un desfiladero. Un nuevo signo de evolución del equipo, peligroso, con sus consecuencias letales en la carta de posibilidades, pero que el Zaragoza sacó adelante, dándole progresión a su fútbol. Sellés trató de estirar todo lo posible al rival, para conectar con Soberón o Kodro, pero con la finalidad de que la pelota terminara en duelos de Valery y Francho con sus laterales. Al Zaragoza le faltó finura, precisión y calma en esas acciones que daban verticalidad a su fútbol. El Málaga, por su parte, también trataba de imponerse desde la posesión, aunque con un juego más corto, reposado y asociativo. Así estaba diseñado el mapa del encuentro, con un choque de estilos de posesión: más incisivo el aragonés, más reflexivo el malagueño.

Andrada midió mal una salida y permitió a Dani Lorenzo la primera oportunidad. Replicó rápido el Zaragoza, con un disparo lejano de Raúl Guti. Mientras ambos equipos se tanteaban e identificaban las fisuras del rival, el partido se fue desmadejando en una dirección: el Zaragoza salía y circulaba con ritmo la pelota, pero sufría pérdidas y errores en determinadas zonas que el Málaga comenzó a castigar.

El Zaragoza no tiene una línea de defensas rápida, poderosa y aguda para proteger muchos metros. Pomares, Insua, Radovanovic… Son jugadores que respiran mejor cerca de su área. Y así, el Málaga encontró la salida a su laberinto corriendo como un relámpago, tejiendo el traje de partido que peor le cae frente al espejo al Zaragoza, muy expuesto, débil en esos espacios abiertos en los que Larrubia, Joaquín y Adrián Niño pusieron peso pluma, donde el Zaragoza tenía pesos pesados, rígidos y plomizos. Sellés quiere tirar la línea muy lejos de su área, asumiendo así el riesgo de este tipo de defensores. También le faltaba al equipo ajuste en la presión, marcar el territorio desde el robo. Apenas recuperaba y ganaba pulsos individuales, una de sus rasgos de identidad. En este sentido, estaba superado por el jugador de más que tenía el Málaga en el medio.

En uno de los mencionados duelos a campo abierto, Insua se llevó una amarilla. De la falta salió el gol del Málaga. Otro desliz del conjunto de Sellés en el balón parado. Andrada la sacó, pero la sacó a la frontal, donde Izan Merino -notable y clarividente mediocentro organizador- le pegó. Le pegó muy mal, la verdad, pero en esas cosas que tiene el fútbol, el balón, que se iba a La Malagueta, le dio a Galilea y se fue para dentro. Una vez más, al Zaragoza, con muy poca pólvora, le derrumbaban el edificio, demasiados daños.

La escuadra aragonesa no se alteró, aunque no estaba nada cómoda. Poco a poco, fue reduciendo pérdidas, ganando solidez en la posesión y aproximándose al área de Alfonso Herrero. No le dio mucho trabajo, pero comenzó a asentarse cerca de su área, sobre todo, en el flanco derecho, donde Francho se movía sigiloso e invisible, pero siempre certero. Sin embargo, dio la sensación de que la llave de la cerradura estaba en el otro lado, donde el Zaragoza no explotaba a Valery, cuyas arrancadas pulverizaban a Puga. Faltó volcar más allí el fútbol.

El Málaga pudo marcar el segundo en centro de Larrubia, que Andrada vio pasar delante de la nariz y que Pomares sacó de la línea. El lateral izquierdo vio también amarilla, en ese tipo de jugadas que lo desnudan, teniendo que defender hacia atrás en una de las galopadas de los locales. Esa tarjeta y la de Insua eran como jugar con una bomba encadenada al pecho, tal y como estaba la historia.

Ese tipo de contras era un problema, como las diagonales del avispado Larrubia. Mientras tanto, el Zaragoza buscaba la rendija buena. Valery se encendió en la izquierda, y cedió a Kodro, muy forzado en el remate. En ese tramo final, los aragoneses crecieron. Francho ganó línea de fondo, vio a Soberón ya con al escopeta en el hombro, pero también lo intuyó Herrero, que se quedó con el pase.

Aunque, a la salida del descanso, Dani Lorenzo tuvo un cabezazo que subrayó el pánico aragonés en el balón parado; el Zaragoza comenzó a manejar la trama, jugando con personalidad en todo el campo excepto en el tercio final, donde le faltaba determinación. Tachi relevó a Radovanovic, justo después de que Soberón chutara alto con la izquierda. Al poco, Guti resolvió, aunque a las manos de Herrero, una secuencia con cinco pases del Zaragoza en el área. Fue la advertencia de que el equipo de Sellés conquistaba ya ese terreno enemigo. Pero también aparecieron aún más espacios para el Málaga, para que el partido se descosiera. Andrada le puso un pecho de lobo a un tiro venenoso de Adrián Niño.

El Zaragoza las tuvo claras en un disparo bloqueado a Kodro tras un centro (el primero bueno) de Aguirregabiria y un córner peinado de Tachi, al que, por un pelo, no llegaron Soberón ni Insua en el segundo palo. Sellés mudó la banda izquierda. Tasende y Cuenca relevaron a Pomares y Valery. El Zaragoza ganó más dominio, pero no concretaba. Tenía volumen de juego, fluidez y profundidad, Cuenca avivó el fuego por ese lado izquierdo… Aunque faltaba la pimienta en el filete. Francho pudo ponerla, cuando Sellés sentó al acalambrado Soberón y a Kodro, su dupla atacante. Sin embargo, solo salió un punta, Dani Gómez, acompañado por Toni Moya. Sellés quiso más precisión en el timón a cambio de perder cañones. En esas, Tachi enhebró un pase con hilo de seda que dejó a Dani Gómez solo ante el gol. Dribló a Herrero, pero cuando fue a marcar apreció una mano milagrosa.

El Zaragoza merecía el empate, pero no atinaba, con poca intimidación, con pocos hombres de gol cuando más necesarios eran. Pidió penalti el Zaragoza por un pisotón a Insua. El equipo aragonés se fue a lo loco arriba, facilitando oportunidades. Una la libró Francho que bajó a defender en bólido. Otra la paró en vuelo alto Andrada. Mientras, el ‘tío calambres’ aparecía en las filas del Málaga para ganarle tiempo al reloj.

También apareció Recio. El  central tiró a Insua y lo cazaron. Penalti. Lo pidió Dani Gómez, resarcido, convencido, osado, reivindicativo… Y ahora sí venció a Herrero. Todos los méritos del fútbol coincidieron entonces en el marcador. Era el final, o lo parecía. Porque el desenlace se adentró en el universo Andrada. Primero con dos paradas decisivas. Después, levantando la bandera de perro viejo argentino. Sacó de quicio a todos en Málaga. Pero se salió con la suya: vio la quinta amarilla y no jugará contra el Cádiz, en el partido en el que el Zaragoza debe seguir lanzando al espacio señales nuevas de equipo resucitado

 

jueves, 4 de diciembre de 2025

COPA DEL REY 2025/26 2ª RONDA (4.12.2025)

COPA DEL REY 2025/26 2ª RONDA (4.12.2025)

PARTIDO OFICIAL Nº 3716

 REAL ZARAGOZA 0-1 BURGOS CF

0-1, min. 115: Mario González

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Adrián Rodríguez; Juan Sebastián (Aguirregabiria, 61), Tachi (Radovanovic, 79), Gomes, Tasende (Saidu, 96); Paul Akouokou, Moya; Cuenca (Valery, 61), Pinilla (Soberón, 74), P. Sans; y Bakis (Dani Gómez, 74).

Burgos CF: Jesús Ruiz; Brais Martínez, Del Cerro, Iván Martínez, Buñuel; Morante (Mario Cantero, 46), Expósito (Atienza, 91); Mollejo (Ventosa, 82), Appin (David González, 60); Mateo Mejía (Íñigo Córdoba, 60) y Fermín García (Mario González, 60).

Árbitro: Etayo Herrera (Comité Vasco). Amonestó a Juan Sebastián (12), Fermín García (14), Cuenca (40), Tachi (44), Buñuel (58) y Radovanovic (111).

Gol: 0-1, min. 115: Mario González.

Incidencias: Noche muy fría y húmeda en Zaragoza, con 7 grados al inicio del duelo (las 21.00), con lluvia desde media hora antes del partido, intensa al inicio y que paró en el descanso. El césped, mojado y rápido, presentó un buen estado. En las gradas hubo alrededor de 7.000 espectadores. El Burgos vistió de negro.

 El Real Zaragoza pierde en la Copa con un gol cruel en el minuto 115, en la prórroga

Tras un partido de muy bajo nivel y sin goles ante el Burgos, con ambos equipos plagados de suplentes, un tanto de Mario González en la recta final del tiempo extra tumbó a los de Sellés. Ya solo queda la liga y el supremo mandato de eludir el descenso a Primera RFEF.

Se acabó la Copa. No habrá tercera eliminatoria en el Ibercaja Estadio ante un Primera. El Real Zaragoza, con una versión de cara B de Sellés, perdió en la prórroga por 0-1 tras un duelo para olvidar por su escaso juego y su aburrimiento general, al que también contribuyó el rival, un Burgos afortunado al final pero igual de gris oscuro toda la noche.

Terrible, bajísimo fue el nivel del fútbol exhibido por ambos equipos en toda la primera parte. Se podía barruntar algo así al ver dos equipos compuestos por sus entrenadores, Sellés y Ramis, por todos los miembros de la unidad B de sus plantillas, los actuales suplentes o menos utilizados en la liga. Siempre queda la esperanza, en tales casos, de que los jugadores que gozan de la oportunidad de mostrarse y decirle al técnico que son titulares y no reservas den todo de sí y aporten al partido brillos e intenciones. No fue así.

El dato es siempre concluyente cuando sucede algo así: ni Real Zaragoza ni Burgos remataron una sola vez a portería en los primeros 45 minutos. Ninguno de los dos porteros, Adrián Rodríguez y Jesús Ruiz, pararon una pelota en disparo del adversario. Entre este percal, la lluvia que acompañó la velada y el escaso público que acudió al descapotado Ibercaja Estadio, la noche resultó hostil para ver buen fútbol. Quedó claro que ni para aragoneses ni para castellanos, como es natural, esto de la Copa es un lamín para sus intereses de temporada. Tienen todos los huevos depositados en la misma cesta, la de la liga, los locales por eludir el descenso a Primera RFEF y los visitantes por mantener su posición de privilegio (5ª) en la zona del ascenso. Nadie habla de estorbo, pero luego no demuestra lo manifestado en contra.

Solo hubo escarceos en ambas áreas. Querer y no poder en el lado zaragocista de una línea atacante sui géneris, con tres mediapuntas como Cuenca, Pinilla y Sans y el ariete Bakis. Cuenca, en el minuto 4, disparó apresuradamente desde 25 metros, fatal, fuera. La réplica en el área de Adrián la dio Brais Martínez, tras el rechace de un córner, voleando en la frontal del área, mal, alto en el minuto 11. Hasta el 32, pasada ya la media hora (qué aburrimiento) no cupo anotar otra acción reseñable. La firmó Tasende, en una falta lateral con poco ángulo, que chutó directa de rosca cerrada pero que nadie tocó, ni rematadores ni defensores, para sorprender a Jesús Ruiz y se fue por el otro lado del portal, fuera.

La acción más parecida a una parada la tuvo que hacer Adrián en un golpe franco lejano que el Burgos colgó al área zaragocista en el minuto 40. El balón fue al segundo palo, lo volvió forzado Del Cerro y el portero rechazó lo que era un pase atrás en busca de alguien que no existía. Y la jugada con más peligro, por decir algo, que cuajó el Real Zaragoza la acabaron Juan Sebastián y Bakis en el área. El lateral, amonestado enseguida y mediatizado por ello todo el tiempo, pasó bien al delantero germano-turco cuyo remate de primeras se estrello en el cuerpo del central Iván Martínez y se fue a córner en el minuto 43. Con estos sorbos tan residuales hubo que conformarse. Cuando no hay pan, buenas son… obleas.

La defensa inusual, Sebastián-Tachi-Gomes-Tasende sufrió poco por la candidez del exzaragocista Mollejo, del excanterano Mateo Mejía, de Fermín García (nada que ver con el otro Fermín), Appin, Morante, Expósito… El Burgos jugó en segunda velocidad, cortita y al pie siempre, fácil, sin riesgos. Metidos bien atrás, controlando los pases diagonales por alto de los de Sellés, única arma con la que el Zaragoza trató de hallar balones potables que culminar. Ni uno hubo. La línea medular blanquilla, con el insustancial Akouokou (no sale del pase de seguridad, de menos de 10 metros, atrás o lateral) y el pausado Moya al volante, fue siempre previsible.

Tras el descanso, el Burgos metió a Mario Cantero en el centro del campo en vez de Morante. Ramis quería algo más. El partido de los castellanos estaba siendo un peñazo insoportable. Sellés, sin embargo confió en los mismos. Les dio más tiempo para reivindicarse. De entrada, el primer susto lo dio el Burgos, en una acción rematada finalmente por Appin de semichilena en el segundo palo, que detuvo Adrián junto al poste a la altura del pecho, en el primer minuto. El paso de el primer tramo de la reanudación mostró a un bloque burgalés más enchufado, fruto de un atornillamiento seguro de su entrenador en la caseta. Metió al Zaragoza atrás y manejó la pelota con cierto ritmo. Era cuestión de eso, de poner más velocidad a la circulación, más ganas, en definitiva.

El cuadro zaragozano espabiló en el 54, en un pase de Moya al espacio que buscó Pinilla. Pero el canterano no remató con la zurda (era lo suyo), buscó acomodarse para la derecha y, claro, se adelantó el central Iván arruinando el posible gol. Indeciso, lento, Pinilla. En días así, este tipo de oportunidades no se deben desaprovechar. Hay pocas. A falta de media hora, el Burgos metió a tres titulares, Íñigo Córdoba, Mario González y David González. Contestó en un minuto Sellés poniendo a Aguirregabiria y Valery en vez de Sebastián y Cuenca.

En ese primer efecto coctelera de las sustituciones, el Zaragoza provocó una falta peligrosísima por parte del siempre espumoso Pau Sans en el pico del área. La lanzó Tasende en el 63, durísimo, y Jesús Ruiz echó el balón a córner por encima del larguero en un paradón. El balón parado, en partidos de este pelaje, suele ser el único desatascador. El saque de esquina lo cabeceó Tachi alto. Fue un breve despertar zaragocista, que no tuvo continuidad. Todo era a impulsos desde el principio. En ambos bandos.

Sellés cambió los puntas a un cuarto de hora del minuto 90, cuando ya olía a prórroga. Volvió a jugar Dani Gómez, en vez del desaparecido Bakis, y a Soberón, por Pinilla. De esa incorporación progresiva de titulares en las dos escuadras pareció más beneficiado el Zaragoza en la recta final. Valery estuvo a un metro del gol en el 77, con un disparo por alto de rosca en el área que se le fue por el palo lejano. Akouokou se fue en la segunda parte unos metros más arriba y eso tuvo algún rédito táctico en esos minutos postreros. El Burgos bajó el pistón claramente. Pero nadie supo como ver portería. El pestiño duró hasta que el árbitro dio paso a la temida prórroga. Media hora más de suplicio, de castigo visual, sentados en un sillón de clavos del 5.

Buena parte del público se fue a dormir, que venía día laborable y de escuela. No aguantó más. El envite entró en los 30 minutos de propina entre jugadores tocados, el sexto cambio en ambos equipos y errores por doquier. En el 96, de la nada, tuvo el Burgos el gol más cercano de la noche. Íñigo Córdoba, a bocajarro en el 96 tras dejada de cabeza atrás de Mario, chutó fatal, alto, con la portería a placer. Indultó al Zaragoza. Saidu acababa de relevar al lesionado Tasende. Y en el 106, repitió ocasión cristalina el cuadro castellano: David González estrelló un mano a mano contra el pecho de Adríán en su salida cuando todo el mundo creía ver ya el 0-1. Otro indulto a los zaragocistas.

Se embocó el segundo tiempo de prórroga sin control de nadie. Una moneda al aire. Los avisos burgaleses tomaron cuerpo a la tercera. El 0-1 llegó en el 115 en una desgraciada jugada en la que se lesionó Saidu a la vez que perdía el balón en ataque. De la contra nació el mano a mano de Mario González con el que superó en vaselina la salida de Adrián. Cruel final para el Zaragoza. Volvieron las desgracias. Se protestó que el árbitro no parase el juego. Seguramente no era lo suyo. De hecho, Saidu volvió al campo. No fue algo severo su mal.

Y el crono llegó al final sin apenas novedades. Se acabó la corta andadura, un año más, del Real Zaragoza en la Copa. Torneo secundario, lamentablemente, hace 13 años. Los del calvario en Segunda

 

martes, 2 de diciembre de 2025

Jugadores Real Zaragoza 2025/26

 

Los 32 jugadores utilizados por el Real Zaragoza Temporada 25-26.

Adrián Rguez., Andrada, Juan Sebastián, Aguirregabiria, Tasende, Pomares, Calero (se fue al final del mercado de verano), Insua, Radovanovic, Tachi, Saidu, Gomes, H. Barrachina, Kosa, Keidi Bare, Francho, Guti, Moya, P. Akouokou, Terrer, P. Sans, Moyano, Cuenca, Valery, Paulino, Aketxe (se marchó el 1 de septiembre), Pinilla, Soberón, Dani Gómez, Kodro, Bazdar y Bakis.

domingo, 30 de noviembre de 2025

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº16 (30.11.2025)

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº16 (30.11.2025)

PARTIDO OFICIAL Nº 3715

 REAL ZARAGOZA 3-1 CD LEGANES

0-1, min: 21: Duk

1-1, min. 38: Kenan Kodro

2-1, min. 67: Toni Moya

3-1, min. 76: Francho

2-3, min. 88: Diego García, de penalti

Ficha técnica

Real Zaragoza: Andrada; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic, Pomares; Keidi Bare (Moya, 62’), Raúl Guti (Terrer, 79’); Francho Serrano, Valery (Tasende, 79’); Soberón (Sebas Moyano, 62’) y Kodro (Sinan Bakis, 83’).

Leganés: Juan Soriano; Figueredo, Ignasi Miquel, Marvel, Naim; Melero (Diego García, 69’), Diawara (Campos, 78’): Juan Cruz (Guirao, 69’), Roberto López (Pauwels, 78’), Duk; Álex Millán (Said, 46’).

Goles: 0-1, min: 21: Duk. 1-1, min. 38: Kenan Kodro. 2-1, min. 67: Toni Moya. 3-1, min. 76: Francho. 2-3, min. 88: Diego García, de penalti.

Árbitro: José Antonio Sánchez Villalobos (C. Andaluz). Mostró amarillas a Guti (31’), Diawara (57’), Melero (58’), Bare (59’), Ignasi Miquel (64’), Guirao (80’). Expulsó a Marvel (28’) y Duk (98+)  con roja directa.

Real Zaragoza 3-1 Leganés

63.2 % Posesión 36.8 %
11 remates dentro 2
3 disparos bloqueados 0
6 remates fuera 2
4 disparos recibidos 20
2 tarjetas amarillas 4
0 tarjetas rojas 2
17 faltas recibidas 15
15 faltas cometidas 18
111 perdidas de posesión 120
49 recuperaciones de posesión 44
3 fueras de juego 3
xxxxxx


El Real Zaragoza es otro: gran victoria contra el Leganés (3-2)

En su mejor partido de la temporada, el equipo aragonés confirma su renacimiento con un triunfo de nivel gracias a los goles de Kodro, Moya y Francho, que remontaron al Leganés y refuerzan la mano laboriosa de Sellés.

El fútbol es esto; creer y creérselo, convencer y convencerse, ilusión e ilusionar, esperanza y esperanzarse. El resucitado Real Zaragoza es todo eso y algo más: es una tempestad colectiva. Un equipo que, viniendo de donde viene y estando aún donde está, juega con una seguridad en sí mismo que conmueve. Y eso es mérito de unos jugadores renacidos, porque alguien les ha dicho cómo hacerlo y con qué. Ese alguien es Rubén Sellés, un entrenador, permitan la expresión, de los que de verdad marcan diferencias, de los que identifican, analizan, trabajan y solucionan. La muestra fue su remontada, su tercer triunfo seguido, una victoria incontestable (con goles de Kodro, Moya y Francho) contra un desorientado, insípido y discreto Leganés, en un partido en el que el Zaragoza le ganó a diez (a nueve finalmente), pero que pudo ganarle antes a once, en un periodo del choque de mucho nivel aragonés. No hay color entre el Zaragoza de Gijón contra diez a este. Lo que hay entre medio es un proceso en el que Sellés le ha resuelto al equipo los problemas nucleares que sufría y les ha dado arreglo. De eso trataba, de ser un medio para un fin. Ahora el Zaragoza es un equipo en descenso, pero no descendido como hace un mes. 

Es un bloque, en el amplio significado del término, que controla cada vez más detalles. A base de jugadores con más cantidad y pierna que calidad y pies, con más tambores y violines y cañones que floretes, Sellés lo ha reconstruido con un firme espíritu colectivo, una identidad clara, unas líneas compenetradas y compactas, un meticuloso posicionamiento, un cuidado estudio de los diferentes momentos del rival o de los partidos... Un equipo al que, si algo lo distingue, es su dominio del juego desde la presión y el robo, su ritmo, su agresividad y su fútbol cada vez más cerebral y armonioso. Ese es su estilo, y ese idioma se le cruzó al Leganés en la garganta, en un duelo con claro acento local, en el que el Zaragoza tuvo pasión y convicción, llaves que le abrieron la puerta de su mejor partido en tiempos, con fluidez e intención atacante, sin perder rigor, disciplina y equilibrio defensivo. Es el sello de Sellés, el sello de los equipos que llegan lejos en esta categoría de la que el Zaragoza ya no es colista. Sigue ingresado, pero ya no está en la uci, y todo apunta a que, de seguir con esta progresión, pronto estará ya en casa

Sellés no tocó  la alineación nada más allá del regreso de Radovanovic a la zaga tras su sanción, siguiendo así el técnico su línea de repetición, continuidad y consolidación. No se cambian las bombillas si siguen dando luz, y el entrenador valenciano tiene claras cuáles alumbran y cuáles no. El Zaragoza siguió formando con su cada vez más reconocible, engrasado y rico en registros 4-4-2, con Francho haciendo el acordeón en ese franja derecha del campo donde su fútbol cobra sentido. En el Leganés, Paco López perdió a Cissé en el entrenamiento final (aunque viajó en la lista) y le dio una sacudida apreciable a su equipo, con un 3-5-2 en el que entraron los zaragozanos Roberto López -muy poco utilizado- y Álex Millán, además de Melero. Lo más significativo fue la ubicación de Juan Cruz como carrilero, alejándose así los mejores pies del conjunto madrileño de su área de influencia natural. Valery lo aprovechó, proponiéndole duelos en esa zona que no tardaron en encender las calderas del Real Zaragoza.

El plan de Sellés fue que su equipo, desde la iniciativa defensiva, pillara desplegada la ofensiva propuesta rival. Desde una presión media y un posicionamiento intermedio en el campo, le tendió al Leganés la trampa en la zona de centrocampistas. Desde el robo, el Zaragoza comenzó a jugar, a tocar en corto, pero siempre con intención vertical, con veloces transiciones que no tardaron en producir situaciones de gol. Era un Zaragoza con una poderosa fuerza colectiva, con mucha vida con la pelota y creativo desde lo táctico. También con desparpajo, atrevimiento y veneno en sus acciones. Así, después de una secuencia bien trenzada y lanzada por Valery, Kenan Kodro no remató de primeras y cuando lo hizo de segundas, con todo para marcar, se encontró con el muro de Juan Soriano.

El Zaragoza no desistió, mezclando muy bien el juego en zonas interiores y en los espacios intermedios con buenos pases, acciones de tercer hombre, apoyos de cara, descargas, pases dentro desde fuera… Era el Zaragoza más jugoso del año con la pelota, algo que ya insinuó en su arranque de Ipurúa. Sellés tenía otro mandato: la profundidad de Soberón, un látigo constante con sus desmarques y movimientos entre centrales de esa línea de tres rival, donde el Zaragoza abría sus puertas hacia el gol. Pero no había acierto. Francho lo probó, Soberón también… Soriano les puso réplica. El Leganés estaba bien contenido por el dique aragonés, tardó 16 minutos en pisar área. Esta buena salida del Zaragoza se prolongó con un gol anulado a Kodro por un milímetro, lo que mide el tacón de Soberón.

Y así, con el Zaragoza dictando el partido, el Leganés aprovechó un reguero de errores defensivos para adelantarse con un gol de Duk. Fue un golpe duro e inmerecido, y condujo a los aragoneses a un periodo de incertidumbre, en el que el Leganés aprovechó para ajustar la posición de Duk, y llevarlo de la delantera a la banda izquierda, componiendo un 5-4-1. En esas, una aventura de Marvel le salió por la culata. Sin el balón ya en juego, le soltó la mano a Francho. Hubo amarilla, pero era roja, como así decretó el árbitro después de que le vibrara el VAR.

El Zaragoza olió sangre. Soberón avisó, con otra buena parada de Soriano, que le estaba amargando el vermú. El equipo aragonés comenzó a tejer la solución del puzzle en su flanco derecho. Aguirregabiria dio un paso adelante. Los laterales de Sellés están contenidos en la posición, pero la superioridad obligaba a lanzarlos arriba. En esa parcela, liderada por Francho, ese corredor derecho que da acceso al área, donde el canterano intuye todo antes que los demás, se coció el gol del empate. El más difícil de los que había que marcar. Kodro, de inobjetable cabezazo, cazó un centro de Francho.

El partido estaba ya empatado, el Leganés, con Duk ahora de carrilero, Diawara central, Cruz en el medio y Millán de único punta, aún dio otro paso atrás, y el Zaragoza se instaló en campo rival para darle gobierno a los acontecimientos. Un tiro de Francho y otro cabezazo de Kodro despidieron la primera mitad.

Del descanso, el Leganés salió con otro giro de tuerca. Paco López apreció dónde estaban los problemas y puso a Said a defender como central izquierdo, fortaleciendo ese flanco. Esto llevó a Duk, un nómada posicional, a la delantera, volviendo Juan Cruz al carril derecho defensivo.

Desde la óptica del Zaragoza, se imponía paciencia, escribir con letra pequeña, despacio, sin precipitaciones. A Soberón, con toda la portería para él, se le hizo pequeña cuando apareció de nuevo Soriano. La siguiente llevó la firma de Radovanovic, en un saque de banda, uno de esos detalles que Sellés ha afilado en la caja de herramientas del equipo. El Zaragoza, desde la iniciativa y la seguridad en sí mismo, tenía el partido agarrado con la mano, pero le faltaba culminar, como casi hace con un cabezazo de Kodro al larguero en una falta lateral. Fue Toni Moya, recién salido de la mano de Moyano, quien lo hizo. Lo hizo, además, con un brillante golpeo de falta, donde tantas veces lo había rondado. Por eso merecía ese gol que enmarcó en la escuadra el centrocampista balear, desde cuyos pies el Zaragoza encontró la pauta y la dirección, atributos decisivos en esa fase del duelo.

Los de Sellés jugaban con confianza, con el mismo pundonor y la misma tenacidad con la que lo había hecho antes. Pocos futbolistas hay con más pundonor y tenacidad que Francho. Aguirregabiria se llevó a todos por delante, hasta que el canterano recogió la pelota y la reventó para poner el partido aún más de cara.

En el trasiego de cambios, entró Lucas Terrer, un premio para el chico, pero el choque aún vivía. El Leganés ya no tenía nada más que perder, se fue arriba, y le dio al Zaragoza espacios que no aprovechó. No jugó bien el equipo aragonés ese tramo, demasiado descontrolada. La consecuencia fue tener que sufrir unos gramos al final. Porque Diego García acercó el aliento del Leganés marcando un penalti que engañó a Andrada.

Algún borrón debía echar el Zaragoza a su encomiable partido, y fueron esos minutos, en los que temió perder todo lo ganado, el Leganés lo arrastró a su desesperación y pudo complicarse la vida como no hace nada. Pero no, este Zaragoza es otro. Es otro mucho mejor.

La remontada de la confirmación

En su mejor partido de la temporada, el Zaragoza de Sellés sumó su tercera victoria consecutiva y ya está a sólo tres puntos de la salvación. El Leganés, que acabó con nueve, no detiene su crisis.

Otra remontada para seguir creyendo. Otra victoria, la tercera consecutiva, para continuar remontando posiciones en la tabla y colocarse ya a sólo tres puntos de la salvación. Era un día de confirmación definitiva y el Real Zaragoza de Sellés lo hizo a lo grande, con su mejor partido en muchos meses, con una actuación redonda que se llevó por delante al Leganés, al que su portero salvó de una goleada y al que no le vale ni agarrarse a la exagerada expulsión de Marvel en la primera parte, porque fue inferior de principio a fin, con once y con diez. Así que veremos en qué queda ahora el respaldo público a Paco López, mientras a Rubén Sellés le crecen los partidarios, porque ha logrado resucitar a un muerto.

Sellés volvió a confiar en su once base, con la única novedad de Radovanovic, titular habitual, por el sancionado Saidu, y la apuesta no pudo salirle mejor, mientras Paco López presentó hasta cinco cambios en su alineación en un intento fallido por salir de la crisis: Figueredo, Ignasi Miquel, Melero y los zaragozanos Roberto López y Álex Millán relevaron sin ningún éxito a Diego García, Lalo, Rubén Peña, Jorge Sáenz y Cissé, baja por lesión de última hora.

El Zaragoza salió como un cohete y en los primeros veinte minutos de ofensiva continuada disfrutó de tres ocasiones, una especialmente clamorosa de Kenan Kodro, ante un providencial Juan Soriano, y se le anuló un gol por un fuera de juego por centímetros de Soberón, sin suerte, pero activísimo en todo el frente del ataque. Fue, sin duda, el tramo más brillante en todos los órdenes del equipo aragonés en este infortunado campeonato, con un juego alegre y vertical, con Francho percutiendo una y otra desde una posición indetectable para el rival.

Pero en el fútbol todo da la vuelta en un instante y fue el Leganés el que golpeó primero en una jugada con hasta tres situaciones consecutivas mal defendidas en el área del Zaragoza, de las que acabó sacando partido Duk. Todo un jarro de agua fría para el equipo de Sellés, que vio como su rival le castigaba en su primera llegada seria. Sin embargo, apenas tres minutos después, en el 24’, el Leganés y, tras intervención del VAR, se quedó con uno menos por expulsión de su central Marvel, que, en una acción sin balón, abrió el brazo y golpeó en el rostro a Francho. Y la tarjeta amarilla, que parecía un castigo suficiente, se acabó convirtiendo en roja entre las protestas de los visitantes, al entender el colegiado Sánchez Villalobos después de acudir al monitor que hubo agresión.

El Zaragoza aprovechó la ventaja para multiplicar su acoso y, tras una nueva intervención de Juan Soriano a disparo de Soberón, llegó el gol del empate al cabecear Kenan Kodro un centro del omnipresente Francho.

Paco López recompuso a su equipo en el descanso con la entrada del defensa mauritano Said Sy por el delantero Álex Milán y el Leganés afrontó toda la segunda mitad como un ejercicio de resistencia frente a un Zaragoza que no dejó de apretar y que obtuvo justo premio a su insistencia con un gol de bandera de Toni Moya -otra vez él- en el lanzamiento de un libre directo en la frontal del área y que remató su notable faena coral con un tercer gol de Francho, en una de las actuaciones más brillantes que se le recuerdan al capitán