domingo, 19 de noviembre de 2023

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº16 (18.11.2023)

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº16 (18.11.2023)

PARTIDO OFICIAL Nº 3628

 REAL ZARAGOZA 0-2 SD HUESCA

0-1, min. 15: Obeng.

0-2, min. 70: Juanjo Nieto.

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Rebollo; Borge (Gámez, 58), Mouriño, Jair, Lecoeuche; Francho, Grau (Aguado, 77); Valera (Maikel Mesa, 58), Bermejo (P. Sans, 77); Sergi Enrich (Manu Vallejo, 58) y Azón.

SD Huesca: Álvaro Fernández; Gerard Valentín (Martos, 92), Juanjo Nieto, Blasco, Jorge Pulido, Loureiro; Javi Mier (Vilarrasa, 86), Sielva (Kortajarena, 86); Javi Martínez (Kento Hashimoto, 63), Joaquín (Hugo Vallejo, 86); y Obeng.

Árbitro: González Esteban (Comité Vasco). Expulsó con roja directa, en el banquillo, a Lluís López (76), por protestar. Amonestó a Javi Martínez (12), Mouriño (35), Loureiro (45), Bermejo (72) y Gerard Valentín, 80).

Goles: 0-1, min. 15: Obeng.0-2, min. 70: Juanjo Nieto.

Incidencias: Tarde-noche agradable, con 18 grados al inicio del duelo (las 18.30). El césped de La Romareda presentó un buen aspecto visual. Hubo casi lleno en las gradas, con más de 32.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento reciente del exfutbolista del Real Zaragoza Raphael Dwamena.

Real Zaragoza 0-2 SD Huesca

62.8 % Posesión 37.2 %
3 remates dentro 3
3 disparos bloqueados 0
5 remates fuera 4
7 disparos recibidos 11
2 tarjetas amarillas 3
1 tarjetas rojas 0
20 faltas recibidas 16
16 faltas cometidas 21
194 perdidas de posesión 156
53 recuperaciones de posesión 63
4 fueras de juego 2
xxxxxx

El Huesca coge aire a costa de un Real Zaragoza muerto y con el entrenador Fran Escribá sentenciado por la grada

Obeng en la primera parte y Juanjo Nieto en la segunda anotaron los goles azulgranas ante un rival, el zaragocista, catatónico (0-2)

La SD Huesca fue mejor. El Real Zaragoza fue infinitamente peor. El duelo de rivalidad regional se lo llevaron los azulgranas de La Romareda por un merecido 0-2, gracias a que jugaron con un plan, tuvieron acierto en los momentos decisivos y, también, porque se encontraron con un adversario que está destrozado, hecho unos zorros por el mal manejo del vestuario por parte de un Fran Escribá que fue repudiado por la grada abiertamente desde el minuto 58. El palco, con Raúl Sanllehí a la cabeza, también escuchó improperios al final del duelo y a la salida de su ubicación. Se advierten curvas en las próximas horas en el seno de la SAD.

La primera mitad fue una radiografía clara de los severos problemas que padece el equipo del catatónico Escribá: nula creatividad, incapacidad absoluta para gobernar un partido cuando el rival (esta vez los oscenses) se mete atrás con una línea de hasta siete defensores a la espera, ni una sola variante sobre la marcha cuando el partido pide agitación por parálisis y, en el caso de que el cuadro zaragocista encaje un gol, cero opciones de ver una reacción más o menos inmediata y con convencimiento. El Zaragoza no tiene nada de eso. Asunto grave, claro.

El Huesca empezó con mucha cautela, echado atrás con una retaguardia de cinco hombres firmes, con Gerard Valentín en el lateral derecho como comodín, pues se hacía extremo en ataque, y los dos medios centro Sielva y Mier apoyando a los dos centrales, incluso a su mismo nivel de repliegue. Era el proyecto de Antonio Hidalgo, esperar y ver. Sabía el técnico azulgrana que los de Escribá tienen vías de agua diversas que aparecen siempre durante los partidos y facilitan goles a sus rivales. Esta vez, el cuadro altoaragonés se encontró enseguida con la primera disfunción atrás de los blanquillos: en la segunda jugada tras un córner contra Rebollo, centró Javi Martínez y Obeng cabeceó a gol el 0-1, picado, anticipándose a Azón, que se había quedado con su marca extrañamente. Era el minuto 15 y el partido se puso de cara para un Huesca que siempre se mostró mucho más a gusto sobre la hierba de La Romareda.

Antes de este hecho crucial, del tanto que dio la mano en lo sucesivo a los oscenses, Javi Mier había cabeceado alto, mal, un balón servido al área por Valentín en el minuto 2 y, en el 6, Azón había replicado culminando con la testa un centro de Bermejo, a las manos de un tranquilo Álvaro Fernández. Poca cosa. Pólvora mojada. Y después del 0-1, que dejó aturdido al zaragocismo y puso en funcionamiento el sistema nervioso de todo el mundo, gradas y palco incluidos, los de Escribá nunca supieron cómo meterle mano a la zaga visitante. Nunca es nunca. Los minutos transcurrieron entre la espesura y la habitual fealdad. Hay que ser reiterativo porque reiterativo es el fútbol del equipo del técnico valenciano, pesado, plúmbeo, indigesto. Preocupante, también, de cara al medio plazo.

En la última media hora del primer tiempo, cuando el Real Zaragoza estaba obligado a dominar, a volcarse sobre el área oscense, a proponer mucho más que de inicio, solo se dio un disparo de Bermejo desde 25 metros propio de un infantil o un cadete, que el portero atrapó tras dar cinco o seis botecitos sobre la hierba. Esa fue la producción ofensiva de los de Escribá. Terrible. Una denuncia de lo que sucede desde hace más de dos meses. Otra más. La enésima.

El Huesca rozó el 0-2 por el contrario. Calmados en su entramado de resistencia defensiva, ayudados siempre por la inoperancia zaragocista, los de Hidalgo se fueron a la contra varias veces con determinación. Joaquín, en el 27, se fue de Borge en velocidad y disparó con potencia e intención desde la frontal del área, alto rozando el larguero. En el 34, el mismo Joaquín retrató a la zaga local en un contragolpe a todo acelerador y fue derribado por Mouriño en la corona del área cuando iba a asistir de gol a Javi Martínez. Quizá si la hubiera soltado antes el segundo tanto azulgrana hubiese tomado cuerpo. El golpe franco lo lanzó Sielva y su rosca, sin demasiada fuerza, la sacó por encima del larguero Rebollo en una plástica estirada. Y aún habría otra opción más del Huesca para abrir brecha antes del intermedio: la tuvo Javi Mier en el 43 en otra contra llevada por el central Pulido desde su casa. El centro del asturiano, que buscaba a Obeng, lo salvó Mouriño, echando a córner con el riesgo de haberse metido gol en propia puerta.

El Real Zaragoza fue despedido con pitos desde la grada. No era para menos. El nivel futbolístico, al más puro estilo del último bimestre, era muy deficiente. Y esta vez el marcador ya estaba en contra desde muy pronto. La segunda mitad quedaba servida llena de obligaciones para los de Escribá. Con sus antecedentes tras los intermedios, pocos confiaban de entrada en la reacción. Tenía que suceder algo hasta ahora nunca visto desde que todo empezó en agosto.

No hubo cambios nominales en ningún equipo. El Zaragoza quiso mandar con algo más de énfasis desde el minuto 1 y generó un par de llegadas por la derecha, más por empuje que por clarividencia. Francho, en la segunda, en el minuto 50, hizo la pared con el desaparecido Sergi Enrich (titular por segunda vez en liga) y su centro en busca de Azón fue interceptado ‘in extremis’ por Pulido. Al menos había una acción ligada ya que anotar. La primera de la tarde. Pero el medio campo blanquillo, en los minutos sucesivos, se volvió a ofuscar como en los primeros 45 minutos. Lo de Grau, Bermejo y hasta Francho fue un carrusel de errores mezclados con decisiones fallidas y nula capacidad de mando. Los oscenses Mier, Sielva, Javi Martínez y demás fueron mejores libra a libra.

En el 54, el lateral Juanjo Nieto se incorporó al ataque oscense tras robarle la pelota al censurado Bermejo y su chut se fue al lateral de la red por poco. Ahí surgieron las primeras broncas de la tribuna hacia el palco y hacia el banquillo. Escribá llevaba escondido desde el minuto 30 del primer tiempo. Suele ver los partidos de pie. Esta vez decidió que no. Este amago fue la apertura de la caja de Pandora, que llegó cuando cuatro minutos después, en el 58, hizo un triple cambio. Retiró a Enrich, a Valera y, entre la censura general, a Borge. No tanto por ese hecho, que también, sino porque lo hizo pieza por pieza, por Gámez. No arriesgó ni un milímetro en su pizarra, en ese 4-4-2 con el que se irá a la tumba (deportiva). Sonó ahí por primera vez el “Escribá, dimisión” en La Romareda. Cantinela novedosa. Sanllehí, el director general, cató la hiel de la grada.

El Huesca respondíó desde la banda con la permuta de Javi Martínez por el japonés Kento Hashimoto. Buscaba frescura y músculo Hidalgo para guardar el tesoro que tenía en las manos con el 0-1. El Zaragoza trató de llevar más balones arriba, con el epicentro de Mesa y Vallejo, escoltas nuevos de Azón. El ariete aragonés, en el 62, cabeceó forzado, fuera, un centro del apagado Lecoeuche. Fue lo más afilado que se observó en un maremágnum de intentos blanquillos que acababan siempre en centros malos (de Bermejo, de Gámez) o en barullos a la hora de dar el último pase. Este Zaragoza de Escribá es un querer y no poder. Qué falta de personalidad y recursos.

El giro de tuerca definitivo para que el acomodado y superior Huesca tumbara al cadavérico Zaragoza lo dio el lateral Juanjo Nieto con un golazo en el 70. El 0-2 llegó tras un robo de Hashimoto a Grau, que pidió falta en la acción, que cayó en poder de Nieto. Este regateó en carrera a Lecoeuche, incapaz de frenarlo, y colocó una joya de remate en el palo lejano, por alto, superando a Rebollo. La Romareda estalló. Es el sexto partido seguido sin victorias, la cuarta derrota en campo propio en menos de dos meses. El récord de 7 puntos sumados de 33 dirimidos es histórico por insuperable en negativo. Un caos total que se viene viendo venir hace muchos días.

Escribá, escondido en la madriguera del banquillo, metió en danza a Aguado y a Pau Sans en la recta final. Como siempre, tarde y… Este Zaragoza no es capaz de remontar ni a un equipo de 5ª división, como se vio el martes ante el Atzeneta en la Copa. La suerte estaba echada por más que Sans dejara patente su calidad en varias acciones. El Huesca se enrocó del todo atrás. Sabe hacerlo. Lleva toda la liga jugando así largos tramos de los partidos. Los blanquillos dieron un recital de como desperdiciar con sencillez e impotencia todos sus centros al área. Es patético el grado de ineficacia al que ha llevado Escribá a esta plantilla. “Un tiro a puertra, queremos un tiro a puerta”, cantó la grada en el minuto 87 con la sorna aragonesa que delata desesperación y hastío. No hay más que decir.

La crisis del Real Zaragoza es ya brutal, insostenible en la quietud. Y el salto de moral y autoestima que se llevó el Huesca de La Romareda es de los que ayudan a creer a un equipo que hace un mes estaba en la UCI y sin constantes vitales. El llamado derbi fue medicina sanadora para los oscenses y, si los dirigentes zaragocistas no dicen lo contrario, debe ser el detonante el botón rojo de la catarsis que hace un bimestre pide el sentido común, sin presiones, ni movimientos intestinos anómalos para tratar de callar las críticas fundadas y evidentes. Aquí está la desembocadura de lo que solo algunos veían en septiembre. Ahora, con el muerto ya caído en el suelo, son miles los que se suman a lacerarlo. Lo de siempre. “Escribá, vete ya” fue la melodía del final del partido. Nada que no se esperase hace días. El fútbol habla solo. Solo hay que escucharlo. El Real Zaragoza queda a merced de cambios inminentes y profundos. De lo contrario, la temporada corre peligro de irse por el sumidero.

El Huesca sentencia a Escribá

Repaso del equipo altoaragonés en La Romareda frente a un Real Zaragoza lastimoso que agranda todavía más su crisis.

El Huesca se apuntó con toda la justicia del mundo el derbi aragonés y sentenció definitivamente a un Fran Escribá que llegó al partido en tiempo de descuento y con el crédito agotado y sale virtualmente destituido. El fútbol y La Romareda dictaron sentencia contra un técnico que se ha creído a salvo de todo, pero que hace un mes y medio que no da más de sí. Mantenerlo una jornada más sería ya un acto de irresponsabilidad mayúsculo. Su envés es Antonio Hidalgo, que ha levantado al Huesca hasta convertirlo en un equipo sólido y fiable, sacándolo momentáneamente del descenso.

Escribá, al que La Romareda recibió con silbidos y despidió con gritos, recuperó el 4-4-2, su dibujo preferido, y presentó un once con las novedades de Mouriño, Bermejo y Sergi Enrich, titular por segunda vez en el campeonato, dejando en el banquillo a Marc Aguado y también a Maikel Mesa. Por su parte, Antonio Hidalgo repitió alineación y sistema con tres centrales y dos carrileros largos.

El Zaragoza, empujado por su público, llevó de salida el peso del partido, pero a su posesión, estéril y artificiosa, le faltaron, como siempre, ritmo e intención. Es decir, su juego, desorganizado también como siempre, tuvo poquísimo ruido, pero ninguna nuez. Todo lo contrario que el Huesca, que se adelantó al cuarto de hora al cabecear Obeng, ganándole la partida a un descolocado Azón, un balón colgado al área por Javi Martínez.

El 0-1 le puso el derbi cuesta arriba al Zaragoza, incapaz de generar una sola acción de peligro ante Álvaro Fernández, mientras el Huesca, fortalecido por su ventaja, se manejó con confianza, y hasta con suficiencia, e, incluso, se permitió amenazar por tres veces, como en un disparo de Joaquín que salió rozando el larguero, en una falta directa de Sielva que Rebollo mandó a córner o en una contra de Pulido que acabó salvando Mouriño. Y todo sin que diera una sola respuesta el Zaragoza, cuya primera parte fue en verdad calamitosa, de lo más lastimoso de estos dos meses de caída libre, lo que ya es decir mucho.

El equipo local volvió del descanso con cierta agitación, pero, lejos de refugiarse en su renta, el Huesca le discutió el dominio y aplacó enseguida sus tímidas intenciones. Durante casi un cuarto de hora no pasó nada, justo lo que deseaba el conjunto de Hidalgo.

Al Zaragoza y a Escribá les empezó entonces a correr el reloj a toda velocidad y entraron de golpe Maikel Mesa, Manu Vallejo y Fran Gámez por Sergi Enrich, Valera y Borge, cuyo relevo hizo estallar al público contra el técnico. Pero nada cambió y el Huesca, superior de cabo a rabo, sentenció el derbi a veinte minutos del final con un zurdazo imponente de Nieto, precedido de un empujón de Javi Mier a Jaume Grau que no vieron el árbitro ni el VAR. El 0-2 ya desató la lógica furia de La Romareda, que coreó el clásico “¡Escribá, vete ya!”.

Se irá Escribá, pero deja un Zaragoza destruido, sin orden ni concierto, sin moral ni condición física. Un equipo hundido que sólo ha sumado siete de los últimos 33 puntos en juego y que firmó un nuevo ridículo en la Copa del Rey.

 

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