LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº39 (12.5.2024)
PARTIDO OFICIAL Nº 3651
REAL OVIEDO 1-0 REAL ZARAGOZA
1-0, min. 86: Alemao
Ficha técnica
Real Oviedo: Leo Román; Viti Rozada, Luengo, Dani Calvo, Pomares (Borja Bastón, 76’); Paulino De la Fuente (Cazorla, 46), Colombatto, Seoane (Lucas Ahíjado, 69), Borja Sánchez (Sebas Moyano, 61); Masca (Dubasin, 61) y Alemao.
Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Fran Gámez (Lecoeuche, 87), Mouriño, Jair (Bakis, 90), Francés, Zedadka; Grau, Toni Moya; Liso (Valera, 61), Maikel Mesa (Cuenca, 87); y Azón (Sergi Enrich, 61).
Goles: 1-0, min. 86: Alemao.
Árbitro: Ais Reig (Comité de Valencia) Mostró amarillas a Mouriño (4’), Paulino De la Fuente (10’), Jair Amador (39’). Expulsó por doble amarilla a Toni Moya (53' y 73’).
Incidencias: Partido de la jornada 39 de liga jugado en el Carlos Tartiere, ante 22.285 espectadores. Césped en buenas condiciones. Medio centenar de aficionados del Real Zaragoza en la grada.
Real Oviedo 1-0 Real Zaragoza
61.7 % Posesión 38.3 %
4 remates dentro 4
0 disparos bloqueados 2
11 remates fuera 2
8 disparos recibidos 15
1 tarjetas amarillas 2
0 tarjetas rojas 1
8 faltas recibidas 11
11 faltas cometidas 9
116 perdidas de posesión 128
54 recuperaciones de posesión 43
2 fueras de juego 0
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El Real Zaragoza no resiste al Oviedo (1-0)
El equipo aragonés sigue aún con la permanencia en vilo tras caer contra el Oviedo en un partido en el que tuvo sus opciones y en el que fue determinante la roja de Toni Moya.
Los triunfos han abandonado a un Real Zaragoza que deberá seguir sufriendo, conviviendo con el peligro y los miedos, después de perder en Oviedo en un partido que controló en la primera mitad, pero que se le escurrió de las manos en la segunda, ante un rival espoleado y ambicioso. Podría decirse que al Zaragoza le penalizó la expulsión de Toni Moya, acción determinante en la trama y que condenó el ejercicio de resistencia del equipo de Víctor Fernández. Pero el Zaragoza también se debilitó en cuanto su técnico, unos minutos antes, decidió retirar a Azón y Liso, los dos hombres que le dieron vuelo y opciones a su equipo. Sin ellos, el Zaragoza perdió todo su contenido, después de una tarde en la que jugó con ahínco defensivo, compromiso, desgaste y solidaridad, mientras sus delanteros ejercían de buscavidas ante un Oviedo con más recursos, como se vio en la segunda mitad, pero algo tímido, impreciso y precipitado. Eso le dio alas al Zaragoza para jugar con esa ansiedad del adversario, para imponer seriedad, inteligencia, perspicacia y aplicación en un partido entretenido, abierto, en el que cada equipo jugó bien sus cartas. Al Zaragoza la derrota lo deja más o menos como estaba, en manos de los resultados de los demás: hace días que al equipo le sobra temporada por todos los lados y su fútbol da para lo que da, así que no le queda otra que esperar a que otros equipos le hagan el trabajo.
Víctor Fernández le dio continuidad al esquema de tres centrales y carrileros, aunque lo barnizó con una capa más conservadora y defensiva sacando del once a Valera y metiendo a Zedadka. Por su parte, Jair relevó a Lluis López. Sobre esa muralla se levantó el Zaragoza, siguiendo sus usos habituales: se protegía en un 5-2-3 (con Azón de extremo izquierdo y Mesa de punta) y atacaba con un 5-3-2 en el que Liso y Azón se expandían arriba.
Precisamente, Liso y Azón fueron las palancas del Zaragoza en una primera mitad en la que se jugó más a lo previsto por el equipo de Víctor Fernández que por el Oviedo. Desde esa pareja de delanteros, el Zaragoza estiró el campo, propuso duelos, ganó metros, tomó oxígeno y simplificó las cosas. El Oviedo mantuvo su 4-4-2, con sus laterales, Viti y Pomares, cubriendo todo el carril y sus extremos, Borja y Paulino, infiltrándose en las zonas intermedias. Ambos fueron el principal quebradero de cabeza del conjunto aragonés, sobre todo Paulino, omnipresente, agitador y sedoso con el balón en los pies. Masca y Alemao trataban de atacar la profundidad, pero el Zaragoza controló bien esas situaciones, escupiendo al Oviedo hacia fuera y abrigándose en el área para protegerse del centro lateral. Apenas sufrió así.
Bien organizado en defensa, guardando bien las posiciones y sostenido por sus tres centrales, el Zaragoza fue creciendo en el partido. Un balón largo de Francés, lo conquistó Azón al galope. El ariete levantó la cabeza, descubriendo a Liso solo en el área. Pero el juvenil no embocó bien, a la carrera, yéndose la pelota a los cielos de Asturias. Fue un aviso y una sinopsis del juego sobre el que el Zaragoza iba a conspirar para hacer valer sus opciones en el duelo.
Su fútbol se ha afilado y ha ganado crédito conforme más puede correr, salir vertical y explotar los espacios: los balones a la espalda rival y las transiciones son ahora mismo el respiradero de su modelo de juego. Y el Oviedo facilitó ese contexto gracias a su continuo despliegue ofensivo. El Zaragoza, ante esto, hizo de cada robo una situación de remate. Liso y Azón retaban al duelo a Luengo y Calvo, los centrales locales. Unos contra uno, o dos contra dos, en las que la velocidad, astucia, exuberancia y potencia de los puntas aragoneses eran un dolor de muelas para dos centrales rígidos y débiles a campo abierto. Zedadka, en una de esas recuperaciones, probó a Leo Román, intentándole pillar la escuadra más cercana, pero el portero respondió bien. Fue el primer saque de esquina de los diez que tiró el Zaragoza antes del descanso, signo de que llegó con cierta desenvoltura.
El partido tenía ritmo y electricidad, los dos equipos querían gol y velocidad, el Oviedo se atrevía, con un fútbol desmelenado, vivo y ofensivo que moría en la orilla de Cristian. Paulino tuvo la más clara tras culebrear en el área y rematar alto. Cristian, antes, aunque la acción había sido anulada por fuera de juego, nos recordó que sus guantes siguen tocados por la varita mágica al sacar un tiro de gol a Dani Calvo.
El Zaragoza, mientras tanto, aguardaba al Oviedo como los indios el paso de una diligencia llena de oro por un barranco. Lo hacía con una doble línea de cinco hombres metida en su campo. Un juego de emboscadas y trampas que le ponía siempre en dirección al gol y trasquilaba cada intentona del Oviedo. Zedadka lo volvió a probar después de un recuperación por dentro. Todos esos balones los convertía el equipo de Víctor en un pasaporte de peligro. Llegaba al área rival en dos o tres pases, muy rápido, vertical y centelleante. Si algo hemos descubierto en este Zaragoza, es que en ese tipo de fútbol se siente firme, cómodo y competitivo. Un tiro de Toni Moya que rozó el poste fue el epílogo de una primera mitad en la que el Oviedo no veía luz ni solución. Por eso, Carrión recurrió a su brújula, a la lámpara mágica infinita de Santi Cazorla.
El astro del fútbol español aceitó el juego de su equipo, un Oviedo que salió con más pulso, lucidez y determinación. Cazorla, de algún modo, le revitalizó. Un remate de Seoane y dos acometidas de Masca pintaron un poco de azul el partido. Pero el Zaragoza seguía firme: sus dos líneas defensivas bien coordinadas, un campo de minas, cautela posicional, vigilancias y control de la oportunidad. Dos robos, una vez más, acabaron en ocasión de gol. Primero, con una incursión de Azón. Poco después, una vez más, el ariete zaragozano sacó agua del desierto. Un balón contra los centrales se lo llevó como un torbellino de tesón, energía, músculos y convicción hasta dárselo a Liso. Sin embargo, la jugada, de muy buena pinta, murió con un disparo frágil de Maikel Mesa.
Los entrenadores decidieron intervenir. Carrión alistando a Sebas Moyano y Dubasin. Por su parte, Víctor Fernández recicló la doble punta: se fueron Liso y Azón hartos de correr, pelearse y buscarse la vida y entraron Valera y Sergi Enrich, de vuelta al Carlos Tartiere. El delantero mallorquín lo probó, asistido por Zedadka, voluntarioso y persistente durante toda la tarde.
Pero había una mala noticia para el Zaragoza. El Oviedo comenzó a guiarse por el timón pausado, clarividente y suave de Cazorla. El ejercicio de resistencia aragonés comenzaba a describirse, cuando Colombatto rozó el gol en una falta y Dubasín casi se la cuela a Cristian con un disparo combado.
El Zaragoza notaba ya la ausencia de Azón y Liso. Ellos le habían dado vida, jugadas imposibles, recursos de supervivencia y metros en el campo. Cuando se marcharon, al castillo se le empezaron a caer los ladrillos. En esas, el colegiado expulsó a Toni Moya. Una segunda amarilla por una entrada destiempo. El Zaragoza se quedó con diez, con Mesa de mediocentro con Grau (Terrer fue de turismo a Asturias), y el Oviedo lo vio claro: retiró a su lateral izquierdo Pomares y puso en el césped a Bastón. Era la hora del asedio. Reunido en torno a sus delanteros, el Oviedo inició un bombardeo del que el Zaragoza, hundido en su campo, fue saliendo más o menos vivo. Hasta que un balón cayó en el centro del área con todo el veneno del mundo y Alemao lo cogió, se lo amoldó al cuerpo y lo mató en la portería de Cristian. Al Zaragoza poco le quedaba por hacer, más que sacar a Bakis en el minuto 90. Un cambio que refleja bien cómo está el equipo y cómo está siendo una temporada para el olvido.
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