domingo, 26 de octubre de 2025

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº11 (26.10.2025)

LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº11 (26.10.2025)

PARTIDO OFICIAL Nº 3709

 REAL SPORTING 1-0 REAL ZARAGOZA

1-0, min. 24: Otero

FICHA TÉCNICA

Sporting: Yáñez; Guille Rosas (Kevin, 83’), Pablo Vázquez, Perrin, Diego Sánchez; Justin, Corredera (Loum, 83’); Dubasin, Gelabert (Amadou, 46’), Gaspar Campos (Nacho Martín, 35’); y Otero (Pablo García, 45’+5’)

Real Zaragoza: Adrián Rodríguez; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic (Saidu, 38’), Pomares; Tachi (Moyano, 60’), Francho, Guti; Cuenca (Dani Gómez, 60’), Soberón (Pau Sans, 60’) y Valery (Kodro, 75’).

Goles: 1-0, min. 24: Otero

Árbitro: Germán Cid Camacho (C. Castellano-Leones). Mostró amarillas a Aguirregabiria (62’) . Expulsó a Dubasin (45’+8’)

Real Sporting 1-0 Real Zaragoza

32.9 % Posesión 67.1 %
3 remates dentro 3
0 disparos bloqueados 9
1 remates fuera 10
22 disparos recibidos 4
1 tarjetas amarillas 1
1 tarjetas rojas 0
15 faltas recibidas 12
12 faltas cometidas 18
115 perdidas de posesión 139
36 recuperaciones de posesión 49
2 fueras de juego 1
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El Real Zaragoza se condena a perder: derrota contra el Sporting (1-0)

El estreno de Sellés articula algunas mejoras en el equipo, incapaz de ganarle a un Sporting con diez durante toda la segunda mitad. El Zaragoza no entendió el partido en ese periodo tras jugar un buen primer acto.

Rubén Sellés para lo bueno y para lo malo: el estreno del técnico valenciano dejó lo de siempre, una derrota contra un Sporting que jugó casi 50 minutos con uno menos, y también una agridulce sensación de que el técnico se quedó a medias de darle al Zaragoza las soluciones por las que tanta lágrimas está derramando. El impacto de Sellés fue notorio en la primera mitad, con un Zaragoza con una identidad, con una armonía posicional y un ritmo vertical que superó a un Sporting neutralizado, ciego de fútbol. Sin embargo, con uno más, el Zaragoza no interpretó sus ventajas, que lo eran todas, excepto la más importante, el marcador: un gol de Otero en un saque de esquina le atornilló aún más a la posición de colista y le cava la tumba unos metros más.

Desaprovechó el Zaragoza así una ocasión perfecta ante un Sporting que perdió toda su artillería antes del descanso, en un periodo en el que el duelo estalló por los aires y desnudó lo que sería su trama: un Zaragoza mejor contra 11 que contra 10, un partido en el que el Sporting se hizo un monumento defensivo. Encajaban casi siempre los locales este curso, pero llegó el Zaragoza y su incapacidad rematadora para dejarles la portería blanca.

Sellés hizo cambios profundos que mejoraron al equipo salvo en cuestiones relacionadas con las capacidades y talentos individuales: calidad en el remate, calidad en la creación, calidad en el desequilibrio... Ante eso puede dar más explicaciones Txema Indias que Sellés. El técnico sacudió el equipo de punta a punta, desde la portería a su frente atacante. Soberón quedó como único punta, Andrada pagó los platos rotos, Cuenca y Valery (primera titularidad) estiraron y ensancharon el ataque en las alas, Guti se adelantó a la mediapunta… Y Tachi apareció en el doble pivote, para darle habilidades defensivas a la zona donde el Sporting se inflama y gesta su fútbol. Un 4-2-3-1 de piel defensiva, enfocado a salir rápido arriba, colapsar el centro, dominar desde el robo y la segunda jugada. En los locales, Borja Jiménez no tocó nada de su 4-2-3-1, repitió nombres, con Gelabert, Dubasin y Otero con la máscara del verdugo.

El relato de la primera mitad merece empezarse por su final, en esa franja de tiempo, de unos 20 minutos -pues el descanso se fue más allá de los 54 minutos- en la que pasó de todo, entre lesiones, expulsiones, goles anulados… El partido se destripó en ese periodo en el que el Real Zaragoza barrió al Sporting, lo secuestró en su campo, lo movió y lo dividió, le superó en todos los órdenes, con un ritmo asfixiante, telúrico, acelerado en el jardín derecho con un afilado Francho, un inquieto Soberón y las piernas de Cuenca. El Sporting se vio en nada sin tres de sus piezas diferenciales: primero cayó lesionado Gaspar Campos, cuyo relevo (salió Nacho Martín) arrinconó en izquierda a la dama de su tablero (Gelabert). Después, las fibras tumbaron a Otero, el estilete, un peligro constante. Y, por último, Dubasín se fue a la ducha por meterle un codazo en la mandíbula a Pomares. El Zaragoza había perdido en esa vorágine a Radovanovic, sustituido por Saidu, y en ese empuje, en un saque de esquina, Soberón marcó: Yañez atrapó un balón en la línea, cayó dentro de la portería y pareció que la pelota la dejaba fuera. Allí estaba Soberón. Pero el colegiado Cid Camacho lo anuló. No parecía razón para ello. Los mismos protagonistas tuvo una soberbia acción en banda derecha del Zaragoza, con Francho y Guti. El capitán centró, Soberón remató, pero Yáñez puso una señal de STOP con su manopla.

El gol rival

Cualquiera que viese ese tramo final solo puede hablar bien del Zaragoza. De su buena gestión de la pelota, de sus movimientos agresivos, de la buena colocación de sus fichas en las diferentes situaciones y fases del juego. Pero el problema es que perdía. Guti se durmió en la marca de un córner, el Sporting hizo pantalla a Otero, y el colombiano, solo, cabeceó a la red. Ese gol echó por tierra la convincente salida al campo del Zaragoza, con un fútbol lleno de aplomo e intención. Sellés quería ganar el centro y lo consiguió. El Sporting estaba cegado por dentro, no podía conectar con su línea de atacantes, ni con Gelabert, y Tachi y Francho escobaban la segundas jugadas.

Al Zaragoza solo le faltó un poco de pausa, claridad y finura para redondear su plan ofensivo. De las recuperaciones, se trató de conectar en profundidad y por fuera con Cuenca, Valery o Soberón, cuya movilidad hipnotizó a los centrales locales.

El Zaragoza jugó bien antes del gol encajado y después. El Sporting, más allá de su zarpazo, apenas tuvo ocasiones con Gaspar y Dubasin. Es un equipo, en todo caso, que no necesita muchas dosis de pelota ni procesos de elaboración para generar peligro. Es un boxeador con más puño que cuerpo. El Zaragoza, en cierto modo, lo dominó desde el posicionamiento, lo que habla bien del impacto de Sellés.

Del descanso, el Sporting salió con solo un turno de cambios (se precipitó Borja Jiménez al no guardar el de Otero al intermedio) , por eso salió ya con otro relevo, Amadou, que mandó a Gelabert a la caseta, dibujando su equipo una línea de cinco defensas desde entonces. El Sporting iniciaba la segunda mitad sin los cuatro jugadores que lo definen, lo arman y lo bombean. El Zaragoza salió bien. Cuenca se estrelló contra el lateral de la red. Los de Sellés, con uno más, sitiaron a los asturianos. Sin embargo, el conjunto aragonés comenzó a flaquear, su fútbol se espesó, cayó en la dinámica nerviosa, ansiosa y caliente del partido.

El Zaragoza no entendió ese tramo. No pudo darle continuidad ni serenidad a su fútbol ni a su superioridad. Cayó en la trampa de las interrupciones, de la atmósfera incandescente del Molinón, un estadio que juega mucho en estas situaciones. Los de Sellés se emborronaban, no descansaban sobre la pelota. El equipo se había reordenado con la entrada de Pau Sans, Dani Gómez y Moyano. Tachi se lesionó y Sellés, valiente, dejó a Pomares de central, con Valery de carrilero en un lado. Pau Sans y Moyano estrecharon su posición como mediapuntas, pero faltaba calidad de verdad, talento, luces, desequilibrio para penetrar en el frondoso bosque del área rival.

Francho conectó un pase con Guti, solo, pero el centrocampista no se sabe bien si tiró o centró. La ocasión era de gol, pero el Zaragoza había perdido claridad. No terminaba de abrirse paso, en parte, porque tenía poca amplitud, no jugaba a las bandas, ni tensaba de verdad la última línea rival, cómoda ante ataques tan frontales. El Zaragoza desordenaba nada. Entró Kodro para ganar un recurso. Pero no terminó de encontrase con situaciones de remate.

Borja sacó piedra: Loum. Y relevó a Rosas por un mejor defensor como Kevin. El tiempo empezó a jugar entonces con el corazón del Zaragoza, más pobre de ideas cuanto más se acercaba el 90.

Cuando más jugadores había para rematar, menos centradores tenía el equipo. Cuando más temple había que tener, menos calma hubo. Cuando más se cerró el rival, menos llaves hubo por fuera para abrirlo… Y así, el Zaragoza de Sellés dejó huella de mejora, señales de que se puede arreglar… Pero se quedó a medio camino de confirmar que hay esperanza. Ahora el Zaragoza juega contra los rivales, contra sí mismo y contra el tiempo

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