LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº14 (16.11.2025)
PARTIDO OFICIAL Nº 3713
REAL ZARAGOZA 1-0 SD HUESCA
1-0, min. 12: Aguirregabiria
Ficha Técnica
Real Zaragoza: Andrada; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic, Pomares; R. Guti (Moya, 83), Keidi Bare (Saidu, 71); Francho, Valery (Tasende, 83); Soberón (Moyano, 80) y Kodro (Bakis, 80).
SD Huesca: Dani Jiménez; Carrillo (Ntamack, 83), Pulido, Íñigo Piña, Alonso (Ro Abajas, 83); Álvarez (Ángel Pérez, 78), Sielva; Kortajarena, Portillo, Luna (Ojeda, 78); y Sergi Enrich (Enol, 67).
Árbitro: Lax Franco (Comité Murciano). Expulsó a Radovanovic por doble amarilla (59 y 88). Amonestó a Keidi Bare (44), Valery (81) y Ángel Pérez (87).
Goles: 1-0, min. 12: Aguirregabiria.
Real Zaragoza 1-0 SD Huesca
53.2 % Posesión 46.8 %
2 remates dentro 2
3 disparos bloqueados 4
1 remates fuera 2
8 disparos recibidos 6
2 tarjetas amarillas 1
1 tarjetas rojas 0
9 faltas recibidas 9
9 faltas cometidas 9
156 perdidas de posesión 148
55 recuperaciones de posesión 51
3 fueras de juego 3
xxxxxx
Al Real Zaragoza le late el corazón tras ganar 1-0 al Huesca, que se instala también en zona de descenso
Un golazo marcado por el defensa Aguirregabiria da la primera victoria a los zaragocistas en el Ibercaja Estadio tras tres meses de liga. Los blanquillos siguen colistas pero dan pie a pensar en un milagro. Enfrente, los oscenses dejan una imagen pobre en el estreno de Bolo en el banquillo.
¡Vive! El Real Zaragoza logró ganar por primera vez en tres meses como local, en el Ibercaja Estadio. Lo hizo en el partido de rivalidad regional ante un Huesca decepcionante, de fútbol limitado y feo, que cae de lleno a la zona de descenso y se mete en un lío morrocotudo a estas alturas de liga. Un golazo tempranero de un autor inusual, el lateral Aguirregabiria, supuso la suma de 3 puntos que permiten al colista Zaragoza pensar en que el milagro, a largo plazo, es posible y que la salvación del descenso queda aún a su alcance.
El duelo comenzó con un equipo zaragocista estimulado, convencido desde la caseta de que tenía que salir a mandar, a morder a los oscenses. Su situación caótica en la tabla, su ínfimo grado de solvencia en el primer trimestre de liga, no le dejaban ya más resquicios a la contemplación, a las excusas. Y por eso el primer cuarto de hora fue de dominio total de los blanquillos, a base de toques rápidos en una línea media donde era novedad Keidi Bare, emparejado con Guti en el doble pivote (Sellés lo retiró ya de su invento como mediapunta) y con Francho desplazado a la banda derecha, en simetría con el otro lado, ocupado por Valery, otro que volvía en la revolución del técnico valenciano. De ahí salieron varias intentonas de llegar al área con peligro, en un molinillo constante de acciones cerca del área de Dani Jiménez.
Para que todo esto tuviera ese formato fue colaborador indispensable el peor Huesca que se recuerda en sus presencias en campo zaragozano. Un equipo de juego básico, muy replegado como pauta, sin capacidad de contraatacar con profundidad y peligro en ningún momento debido a su inoperancia de medio campo en adelante. En este diseño de partido, el Real Zaragoza forzó cuatro córneres en ese inicio efervescente. Y su provecho fue, como todo el curso, escaso en sus lanzamientos directos. Solo Kodro, otro de los nuevos de Sellés, anduvo cerca del gol en el minuto 2, al recoger un mal despeje de la zaga tras un saque de esquina y, desde el centro del área, chutar un tanto defectuosamente aunque el balón iba dentro… si no lo hubiese sacado antes Álvarez, colocado ahí para bien del desarbolado Huesca.
El resto de aproximaciones zaragocistas estuvieron siempre faltas del último pase, del remate preciso. Esos males que acucian siempre a los equipos agobiados o desgraciados. Solo que esta vez, en el minuto 12, el lateral derecho Aguirregabiria, que había tenido dos o tres malos pases en el arranque del envite, marco un gol de bandera salido de su oculta chistera, sorprendente, bello, celebrado por todo lo alto por una afición zaragocista a la que se le lograron sacar los primeros aplausos de la temporada. El alavés enganchó una pelota rechazada por la defensa oscense a 25 metros de la portería, voleó con la derecha y colocó el balón en la escuadra izquierda del estupefacto Jiménez. El 1-0 hacía justicia y ponía al Real Zaragoza en un escenario poco conocido en el Ibercaja Estadio.
A partir de este hecho clave en la trama del duelo, pasaron 25 minutos con pocas cuestiones reseñables. El Huesca no reaccionó como se debe en ningún momento. Realmente decepcionante el equipo en el estreno de Bolo, que había cambiado en cuatro piezas el equipo, con Carrillo, Alonso, Álvarez y Sergi Enrich como novedades, los dos laterales, un pivote y el delantero centro. Y el Zaragoza, sin ningún sufrimiento atrás, siguió mandando con la pelota, aunque fuera en zonas inertes del campo, sin lograr casi nunca pasar de tres cuartos y llegar al área azulgrana con picardías. Soberón y Kodro, dupla atacante en el 4-4-2 propuesto por Sellés, vieron pocos balones potables. Por arriba, el cuadro oscense siempre mandó atrás. En estrategia y a balón corrido. Valery se fue un par de veces bien de Carrillo, Francho encontró la gatera abierta en otras dos oportunidades ofensivas… pero no se hilvanó bien con el remate de los puntas nunca.
¿Y del Huesca no va a decir el cronista nada? No se puede. Al menos hasta el minuto 37. Ese hito temporal marcó una horquilla en la que solo el Zaragoza hacía, intentaba y buscaba algo de cara al portal rival. Eso sí, nunca se vio venir de cerca el 2-0. Este dato también define bien el tipo de dominio de los de Selles: fofo, sin peso específico, sin brillos ni detalles destacables, ni en lo colectivo ni en ninguna individualidad que sobresaliera. Solo el golazo de Aguirregabiria sustentaba con valor añadido el modo de moverse sobre el césped de los blanquillos. Sin él, el 0-0 hubiera abierto la puerta a más aspectos críticos. En ese minuto 37 el Huesca salió de la cueva por primera y casi única vez.
Luna, su extremo colombiano, disparó desde la corona del área tras una jugada por la izquierda de Portillo y la salida a tapar a la desesperada de Francho tocó el balón lo justo para que se fuese a córner por muy poco, con Andrada, el portero recuperado por Sellés por sorpresa, ya batido. Ahí pudo estar, sin que nadie lo esperase, el 1-1. A la salida del saque de esquina, Pulido tocó de cabeza en parábola y Andrada sacó con un puño, por ortodoxamente, un balón que amenazaba gol en el área chica. En 60 segundos, el Huesca había hecho sus únicas dos opciones de gol. De ahí al descanso, volvió a su repliegue total, poco fundamentado cuando perdía 1-0 desde los albores del duelo.
Se llegó al intermedio entre un ambiente, mitad de satisfacción zaragocista por sentir durante tanto rato eso de ganar, ‘rara avis’ este año tan calamitoso, y mitad de sopor porque la calidad del fútbol era de marca blanca, de tajo bajo. La del Huesca, la de menos valor de cuantos adversarios han pasado hasta ahora por Zaragoza. Y la de los zaragocistas, como ya es conocido desde agosto, porque aun en días de mayor aplicación como fue este, les cuesta un mundo hilar jugadas coherentes y, mucho más, definirlas, acabarlas medianamente bien.
El segundo tiempo empezó como si el descanso no hubiese existido. Torpes y aburridos se fueron a las casetas los 22 protagonistas y, del mismo modo y exactamente los mismos, abordaron la disputa de los 45 minutos definitivos. Ni Sellés ni Bolo hicieron cambio alguno. Y los modales del fútbol exhibidos por unos y otros se enmarcaron permanentemente en un ritmo poco ágil, jugadas previsibles, mucho pase de seguridad (atrás o lateral, en todo caso) y escasa mordiente. Al Real Zaragoza, que el crono fuese hacia delante así le venía bien. No había nada que discutir. La postura del Huesca, si en la primera mitad ya fue de impacto por su poca rasmia ofensiva, aumentó exponencialmente su pecado.
Hasta el minuto 61, pasado el cuarto de hora de la reanudación, no hubo razón para anotar nada en el folio en blanco del segundo tiempo. Fue Kenan Kodro el que probó suerte desde el borde del área, con la zurda, para salir de su casi anonimato de toda la noche, y Dani Jiménez atrapó en el centro del marco sin grandes dificultades. En sentido contrario, del deslavazado Huesca no hubo presencia cerca de Andrada hasta el 68. Portillo remató de primeras un centro raso al corazón del área y el portero argentino del Zaragoza sacó a córner en una parada tan efectiva como poco coordinada.
Bolo movió el banquillo por goteo. Primer entró Enol, el delantero más efectivo de los oscenses en lo que va de curso, en vez del desaparecido Enrich. Noche oscura del exzaragocista. En el otro banquillo, Sellés dio aire al medio campo metiendo a Saidu en vez del reaparecido Keidi Bare, que peleó mucho, con altibajos en sus decisiones y aportaciones. En los últimos 20 minutos, se empezó a percibir cierto vértigo en los zaragocistas. Había que ganar como fuera, se tenía el 1-0 en la mano, y se temía perder tan preciada joya. Y, enfrente, el Huesca quiso salir hacia arriba con mayor ímpetu, aunque no había manera de ver cuatro pases seguidos en condiciones de los de El Alcoraz. El reloj jugaba con los zaragocistas en estas poco vistosas coordenadas.
Bolo volvió a agitar su lámpara y apostó por Ojeda y Ángel Pérez a falta de 10 minutos. Quería, quizá soñaba, aprovechar los nervios a flor de piel de los zaragocistas. Sellés reaccionó con otro doble cambio, Moyano y su cercano Bakis (pitado por la grada) en vez de Soberón y Kodro, renovando la desvanecida delantera de un plumazo. Y en ese frenesí de descontrol del final de cada partido del neofútbol, el técnico oscense aún se sacó de la manga otra dupla de mutaciones, con la inclusión de Ntamack y Ro Abajas, a la que respondió Sellés con Moya y Tasende. Parecía el arrastre de un guiñote de taberna.
Entre tanta permuta, de fútbol hubo poco en la recta final de este partido de tanta responsabilidad para ambos rivales. Sí dio tiempo para una tarjeta roja, en el 88, para el local Radovanovic, que tenía amarilla y se comió en una dura entrada al recién aparecido Ntamack. El Zaragoza acabó el envite con un hombre menos. Unas gotas de épica para su primera victoria en casa en este año no vinieron mal. El Huesca, entretanto, fue incapaz de abrumar lo más mínimo a la defensa y el portero blanquillos. Nada de nada. De principio a fin, un equipo plano, sin ningún sentido. Muy deficiente el estreno de Bolo, quizá por la singularidad del choque en el que le tocó estrenarse.
El Zaragoza se agarra a la vida
Un golazo de Aguirregabiria decidió el derbi aragonés y le dio al equipo de Sellés su primera victoria del campeonato en el Ibercaja Estadio. El Huesca cae al descenso.
Un golazo de Martín Aguirregabiria decidió el derbi aragonés y le dio al Real Zaragoza su primera victoria del campeonato en el Ibercaja Estadio, un triunfo tan sufrido como imprescindible que le permite agarrarse con uñas y dientes a la vida, después de seis derrotas consecutivas. El partido mantuvo la emoción hasta el final, especialmente tras la expulsión de Radovanovic en el minuto 89, pero el resultado le hizo justicia al equipo de Sellés frente a un Huesca que, en el estreno de Bolo, suma su sexta derrota consecutiva fuera de casa y cae por primera vez al descenso.
Rubén Sellés le dio otro giro a su alineación con hasta cinco cambios, incluido otro relevo en la portería con el regreso del argentino Andrada, además de la vuelta de Raúl Guti al mediocentro, su demarcación natural, y la reaparición providencial de Keidi Bare, mientras Bolo presentó un once con cuatro novedades: Carrillo, Alonso, Portillo y Sergi Enrich.
El Zaragoza salió al partido al galope y puso rápidamente coto al área del Huesca, presionando con eficacia, disputando cada balón como si fuera el último y percutiendo con insistencia por los costados, especialmente por el derecho, donde Francho exhibió todo su despliegue. Una verdadera avalancha al mando de un renacido Keidi Bare que coronó a los doce minutos el lateral Aguirregabiria con un derechazo monumental desde veinte metros que se coló por toda la escuadra de Dani Jiménez. Un gol de bandera que acabó con cuatro encuentros de sequía del Zaragoza en el Ibercaja Estadio y que le puso el duelo de cara a los de Sellés frente a un Huesca al que le faltó respuesta. Su única ocasión fue un disparo mordido del colombiano Luna a siete minutos del descanso que Andrada mandó a saque de esquina. Poco más.
El Zaragoza, siempre compacto, mantuvo el control del juego tras el descanso, pero sin acabar de descubrirse, nadando y guardando la ropa a la vez frente a un Huesca que durante un cuarto de hora largo no se animó a dar un paso adelante definitivo, pese a ir por detrás en el marcador. La entrada de Enol por Sergi Enrich afiló un tanto al equipo altoaragonés, que tuvo un pasaje de dominio y amenaza al que contrarrestó Sellés con la entrada de Saidu por un agotado Keidi Bare, al que se le hizo largo el partido después de un mes de baja por su operación de apendicitis.
El encuentro mantuvo su emoción hasta el final y el Zaragoza tuvo que afrontar el tiempo añadido con uno menos por expulsión por doble tarjeta amarilla de Radovanovic, pero el triunfo se acabó quedando en casa y ahora la distancia con la permanencia se reduce a seis puntos. La desventaja es todavía enorme, pero el Real Zaragoza se resiste a morir


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