viernes, 16 de febrero de 2024

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº27 (16.2.2024)

 

LIGA 2ªDiv. 2023/24 JORNADA Nº27 (16.2.2024)

PARTIDO OFICIAL Nº 3639

 REAL ZARAGOZA 1-2 CARTAGENA

0-1, min.11: Darío Poveda

1-1, min. 75: Francés

1-2, min. 89: José Fontán

FICHA TÉCNICA

Real Zaragoza: Edgar Badía; Mouriño (Valera, 46), Lluis López, Francés; Zedadka (Manu Vallejo, 70), Toni Moya, Marc Aguado, Francho Serrano (Enrich, 70), Mollejo; Maikel Mesa; y Azón (Bakis, 46).

Cartagena: Lizoain; Iván Calero, Alcalá, Kiko Olivas Fontán; Diego Moreno (Ortiz, 55), Musto, Andy, Alarcón (Jony Álamo, 21) (Arnau Solá, 55 ) (Gonzalo Verdú (79), Jairo; Darío Poveda (Ortuño, 55).

Goles: 0-1, min.11: Darío Poveda. 1-1, min. 75: Francés. 1-2, min. 89: José Fontán.

Árbitro: Iván Caparrós Hernández (Comité de la Comunidad Valenciana). Mostró amarillas a Alarcón (17), Maikel Mesa (41), Ortiz (57), Toni Moya (57), Zedadka (70), Kiko Olivas (75), Francés (78). Expulsó con roja directa a Jairo Izquierdo (44) y al entrenador visitante Calero (76)

Incidencias: Partido de la jornada 27 jornada de liga en Segunda División jugado en el estadio de La Romareda Hubo 21.000 espectadores en una tarde agradable y en la que se guardó un minuto de silencio por Alarcia, exportero del Real Zaragoza.

 Real Zaragoza 1-2 Cartagena

72.8 % Posesión 28.2 %
6 remates dentro 4
6 disparos bloqueados 2
8 remates fuera 2
0 disparos recibidos 20
4 tarjetas amarillas 5
0 tarjetas rojas 1
12 faltas recibidas 13
13 faltas cometidas 12
147 perdidas de posesión 125
46 recuperaciones de posesión 36
7 fueras de juego 1
xxxxxx

El caos devora al Real Zaragoza contra el Cartagena (1-2)

En un partido sin pies ni cabeza, el equipo aragonés pierde y desaprovecha la inferioridad del rival durante toda la segunda parte. Un juego desordenado y caótico desnuda sus debilidades. Francés empató el gol de Poveda, pero Fontán remató a los aragoneses en el último minuto.

En un partido sin pies ni cabeza, de una nefasta calidad ofensiva y creativa, el Real Zaragoza se quedó desnudo frente al espejo, con todas su debilidades al aire. Ni fue capaz de ganarle al Cartagena en igualdad, ni tampoco en superioridad, después de jugar toda la segunda parte con uno más por la roja de Jairo. Lejos de ello, firmó su primera derrota en casa con Velázquez, un entrenador que no da soluciones, ni ha elevado en gran modo las prestaciones del equipo. Al fin y al cabo, el Zaragoza con él tiene las mismas carencias y las mismas fortalezas que tenía con Escribá, solo que ahora hay un portero que sostiene puntos. El resto, más allá de configuraciones tácticas y otros asuntos más o menos futbolísticos, es parecido. 

El Zaragoza es inofensivo, denso y desorganizado en ataque, incapaz de mandar, generar, producir, asustar, elevarse de verdad sobre los rivales. Y así, el Cartagena le levantó el partido. En la primera mitad, defendiéndole cómodo, explotando su fragilidad de ideas ofensivas y de material de verdadera calidad en una plantilla cada vez más bajo la lupa. Desde el orden, la solidaridad y la superpoblación defensiva, los murcianos desactivaron al Zaragoza. Patrón que siguieron en una segunda parte en la que Julio Velázquez le hizo un monumento al caos y la anarquía, conduciendo a su equipo a la confusión y el desconcierto, con jugadores cambiando de posición como quien se muda de calcetines.

Velázquez no se baja de su carro y repitió fórmula, con la entrada de Zedadka en el carril derecho en lugar de Fran Gámez como única novedad nominal en la alineación del Zaragoza. Todo siguió parecido, no igual, porque, aunque el equipo conservó su línea de tres centrales, carrileros, cuatro medios y un punta a la hora de manejarse con la pelota y desarrollarse en ataque, en defensa, se posicionó con cuatro atrás, con Francés de lateral izquierdo, y Mollejo y Francho como centrocampistas de banda.

En cierto modo, esa flexible asimetría estuvo detrás de las razones del gol del Cartagena, muy pronto, en el minuto 11. Al Zaragoza lo cogieron a medio camino, volviendo y desorganizado, la pelota le fue a Calero. Encaró a Francés en la región izquierda de la defensa aragonesa, Lluis López, no se sabe bien por qué, salió de zona y desocupó el área. Un lugar sagrado en situaciones así: el centro de Calero lo remató de cabeza Darío Poveda, desnudando así la debilidad, el desajuste, el talón de Aquiles, del Zaragoza de las últimas semanas: el gol fue muy parecido al encajado hace una semana en Eibar. Es el cuarto gol de cabeza seguido que encaja en el juego aéreo el equipo aragonés. Todo el mundo sabe dónde y cómo hay que ponerle al Zaragoza las pelotas para que se conviertan en un cartucho de dinamita.

Muy rápido se le pusieron los versos del partido donde quería el Cartagena, un equipo, por otro lado, que lanzó desde su alineación un mensaje exento de lirismos y ornamentos, avisándole al Zaragoza del tipo de partido que le esperaba. Julián Calero configuró un equipo con su habitual línea de cuatro defensas y tres medios de pierna y aliento, y agregó un doble lateral; con Jairo por la izquierda consolidando así a Fontán e Iván Calero -hijo del entrenador- adelantando su posición para que en el lateral derecho entrara Diego Moreno.

Este planteamiento buscaba sellar los espacios intermedios, anular la amplitud del sistema de carrileros de Velázquez y empaquetarse atrás, con la intención de salir al galope, por muy lejos que se comenzara a atacar de Darío Poveda. Al Cartagena le funcionó, porque este tipo de partidos es el que desnuda la vergüenzas del Zaragoza en el ataque posicional frente a defensas bien atornilladas y ensambladas.

Julio Velázquez no encontró el modo de tensar al rival, de exigirle, de llevarlo a las cuerdas. Su equipo ni intimidó ni hizo gran cosa por hacerlo, jugando, desde el gol visitante, el partido como si ya estuviera en el descuento, con prisas, agonías, miedos, haciendo todo muy rápido y precipitado.

El Zaragoza, antes de ponerse abajo, había avisado con un pase de Zedadka que ni Francho, ni Azón ni Maikel Mesa supieron cazar. Al poco, Azón punteó una pelota muy encima de Lizoain, cuyo cuerpo se expandió y negó el gol. Este tipo de acciones acentúan los problemas del Zaragoza para dominar el área rival: no solo sufre para alcanzarla y constituir sus intenciones en peligro, sino que, una vez allí, en esos metros decisivos, se apaga, no entiende las razones a través de las que poder imponerse y abrirse caminos al gol. Todos los centros se iban por el desagüe. Es un problema de delanteros, pero también de juego.

El Zaragoza tenía la pelota, pero de forma inconexa, deslavazada e individual. No había una idea común, ni una estructura ofensiva eficiente y organizada. Su fútbol era desordenado, insustancial, inofensivo y estático, sin acciones de profundidad ni un mapa de pases bien tejido y desplegado.

El Zaragoza masajeó así el juego, más que espolearlo, cayendo el partido en un quiero y no puedo que ya se comporta como un elemento más del fútbol del equipo esta temporada sea quien sea el entrenador, sea cuál sea el sistema y el modelo.

Ante esto, el Cartagena y sus obreros se sentían en la gloria chapoteando en esa masa de hormigón y ferralla, conteniendo a los aragoneses y exponiéndolos, además, a pérdidas y carreras hacia atrás. Un tiro alto de Francho y uno malo cruzado de Azón fueron de lo poco que sacó el Zaragoza de su juego desértico. En una de esas transiciones, Jairo Izquierdo le pegó un codazo a Mouriño y las alarmas del VAR saltaron. Vio la roja y el Cartagena, que ya había perdido al exzaragocista Alarcón por una lesión de hombro a los veinte minutos, se quedó con diez hombres.

Antes del descanso, Mollejo sacó al Zaragoza del letargo con un remate, malo, puntiagudo, con la derecha. Al partido, con el Cartagena con uno menos, se le apreció aún más el curso que iba a seguir, con un Zaragoza intentado decodificar al adversario aún más guarnecido, replegado y acorazado.

Velázquez deshace su plan original

Y esa fue la trama sobre la que giró la historia de la segunda mitad. Al igual que hiciera en Eibar, Julio Velázquez deshizo su plan original y le pegó una sacudida al equipo. Valera entró en el lateral izquierdo, pasando Francés al centro. El sacrificado fue Mouriño. El técnico, ante un partido que iba a dar altas dosis de posesión, prefirió mantener el mejor pie para el pase de Lluis. Además, Bakis relevó a Azón. El cambio más profundo vino en la pizarra: Mollejo pasó a la punta y el centro del campo se ordenó en rombo. El Zaragoza no tardó en encajonar al rival en su área y a rociarlo de centros. Avisó Maikel Mesa en una buena combinación con Bakis. Un centro de Zedadka dio continuidad al peligro. Y Lizoain le tapó, con una mano prodigiosa, a Mollejo un gol a un palmo de la línea.

El Zaragoza acumuló así gente en la zona de remate, y Calero no tardó en poner su antídoto con un triple cambio que ordenó a su equipo con cinco atrás mediante la entrada de Solá en el lateral izquierdo. Al poco, la tuvo Maikel Mesa a centro de Valera, pero Lizoain, de nuevo, repelió la pelota a córner.

El partido no tenía pausa ni sentido. Para conducirlo al caos final, Julio Velázquez le dio otro giro al equipo: Francho y Zedadka se fueron al banquillo y entraron Enrich y Manu Vallejo. Toda la pólvora estaba en el campo, el técnico, lejos de buscar el empate desde el reposo y la serenidad, lo hizo desde ese desbarajuste (Valera pasó al lateral derecho y Mollejo volvió al izquierdo) que aún revolución más el modo de atacar. Y así, en uno de los innumerables balones que se bombearon al área murciana, salió un córner. Lo puso Toni Moya, Lizoain dudó, no ganó el balón arriba, y Francés, desde el suelo, encontró la rendija. Un empate protestado por los visitantes, cuyo entrenador se fue expulsado.

Faltaba un cuarto de hora y todo iba a ser cuestión de corazón, de desmelanarse, de heroicidad, de vértigo y emociones. Ortuño, que ya estaba en el campo, casi marca. Bakis tuvo su primera pelota de gol, pero sin acierto. El Cartagena estiraba las manecillas del reloj, jugando con el tiempo, mientras el Zaragoza era incapaz de bajarle el pulso a sus ataques. Todo era abordaje, sin coherencia ni lógica en el juego, fácil de defender para el Cartagena. Los visitantes, aun con uno menos, dijeron que aún estaban en el partido: Badía salvó a su equipo al negarle un mano a mano a Ortiz. Bakis la mandó a las nubes cuando todo era gol… Y así, al filo del noventa, el Cartagena se estiró y arañó un saque de esquina del que salió su gol ganador: Fontán, solo, sin vigilancia, como si defender ya no importara, agarró un balón y lo puso en la escuadra de Badía. La Romareda se heló, y al Zaragoza le crujieron todos los huesos.

El Cartagena desnuda al Zaragoza y a Velázquez

El equipo aragonés entierra sus opciones, si es que había alguna, de pelear por la sexta plaza, mientras el Efesé se lleva de La Romareda una victoria de oro.

Ni entrenador ni equipo. O si lo prefieren: ni equipo ni entrenador. Así está el Real Zaragoza a quince jornadas del final del campeonato, desnudado una vez más por la cruda realidad del fútbol. Para Julio Velázquez todo es felicidad, felicidad superlativa, en su plantilla, pero la derrota en La Romareda frente a un Cartagena que jugó toda la segunda parte con diez es un golpe prácticamente definitivo a las aspiraciones del club aragonés -aspiraciones que siempre esquiva el entrenador- de alcanzar el ‘playoff’. Ni al equipo ni a Velázquez les da para más. Este resultado entierra las últimas opciones, si es que había alguna, de pelear por la sexta plaza, mientras el Cartagena se lleva tres puntos que valen su peso en oro.

Exigido por las circunstancias y por su propia parroquia, el Zaragoza salió al partido con una decisión y una valentía novedosas con Velázquez, y tuvo diez minutos de dominio y de fútbol prometedor, obligando a Lizoain a jugarse el tipo ante Azón, tras una gran combinación entre Toni Moya y Francho. Pero cuando mejor estaba el equipo aragonés, el Cartagena le sorprendió en una contra de ejecución sobresaliente: Calero, aprovechando la tibieza de Lluís López, sirvió una pelota de oro con la zurda desde la banda derecha y Poveda la cabeceó a la red, ganándole el duelo aéreo a Mouriño.

El gol afianzó al Efesé, que se acorazó con serenidad delante de su área, en lo que los del ‘neofútbol’ llaman bloque bajo, y no tuvo problemas en toda la primera parte para desactivar la iniciativa sin amenaza del Zaragoza. Y eso que los de Calero perdieron enseguida a un peón de brega como el chileno Alarcón, de paso fugaz por el Real Zaragoza, al que se le salió el hombro y se fue al vestuario entre lágrimas. Y dos minutos antes del descanso se quedaron con diez por la expulsión con roja directa, VAR mediante, de Jairo por un codazo en la cara de Mouriño.

Velázquez, igual que hizo en Ipurúa, lo cambió todo en el intermedio. O, dicho de otra forma, se enmendó a sí mismo: aparcó su 5-3-2 y dio entrada a Valera y Bakis por Mouriño, en noche fatal en la salida de balón, e Iván Azón, que, a pesar de sus ganas, no remonta su baja forma, adelantando a Mollejo, el más activo y peligroso, a posición de ataque. Los cambios -de futbolistas y de sistema-, la necesidad y la inferioridad numérica del Cartagena agitaron al Zaragoza en el inicio de la segunda parte, que tuvo el empate en el minuto 52 en un cabezazo de Mollejo que conjuró Lizoain a una mano en la parada del partido.

Julián Calero no tardó en mover su banquillo y decidió un triple cambio – Arnau Solá, Arnau Ortiz y Ortuño por Diego Moreno, Poveda y Jony Álamo- para meter piernas y oxígeno en su equipo, y, sobre todo, para resistir las embestidas de un Zaragoza atropellado, pero que no dejó de centrar al área, hasta en 44 ocasiones, y que tuvo otra clara ocasión en un frentazo en carrera de Maikel Mesa que Lizoain desvió a córner en otra intervención de mérito

 

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