sábado, 29 de marzo de 2025

LIGA 2ªDiv. 2024/25 JORNADA Nº33 (29.3.2025)

 

LIGA 2ªDiv. 2024/25 JORNADA Nº33 (29.3.2025)

PARTIDO OFICIAL Nº 3688

 REAL RAGING CLUB 2-0 REAL ZARAGOZA 

1-0, min. 46: Pablo Rodríguez.

2-0, min. 67: Andrés Martín

Ficha Técnica

Racing de Santander: Ezkieta; Michelin, Hernando, Castro, Mario García; Aldasoro (Vencedor, 69), Gueye (Meseguer, 69); Andrés Martín, Pablo Rodríguez (Rober González, 69), Íñigo Vicente (Sangalli, 77); y Arana (Karrikaburu, 85).

Real Zaragoza: Poussin; Calero, Vital, Arriaga (Liso, 46), Jair, Tasende; Moya (Aketxe, 66), Francho, R. Guti; Dani Gómez (Luna, 39) y Soberón (Bazdar, 46).

Árbitro: Pérez Hernández (Comité Madrileño). Expulsó por doble amarilla a Calero (30 y 35). Amonestó a Arriaga (19), Moya (51), Aldasoro (60), Gueye (64) y Guti (88).

Goles: 1-0,,min. 46: Pablo Rodríguez. 2-0, min. 67: Andrés Martín.

 Real Racing Club 2-0 Real Zaragoza

64.7 % Posesión 35.3 %
5 remates dentro 1
10 disparos bloqueados 2
7 remates fuera 2
5 disparos recibidos 22
3 tarjetas amarillas 3
0 tarjetas rojas 1
19 faltas recibidas 10
10 faltas cometidas 20
138 perdidas de posesión 149
56 recuperaciones de posesión 49
3 fueras de juego 1
xxxxxx


 
El plan defensivo del Real Zaragoza solo aguantó medio partido: otra derrota, 2-0 en Santander

El Racing, muy superior en todo al limitado equipo de Gabi Fernández que jugó con 10 por expulsión de Calero en el minuto 35 y que solo apostó por defender por acumulación, rompió la resistencia al inicio del segundo periodo tras haber detenido Poussin un penalti antes del descanso.

Otra derrota más. Prevista, descontada de antemano, pero igualmente dolorosa. El Real Zaragoza no logró acercarse a los mínimos necesarios para ser capaz de puntuar en un campo tan difícil como el del Racing de Santander, que se acuesta colíder este sábado tras el 2-0 con el que despachó a un malparado equipo aragonés, al que no le sale bien ya casi nada.

El planteamiento y desarrollo del juego por parte del Gabi mostró desde el mismo inicio un Zaragoza de batalla, de vocación puramente defensiva, de coraza guerrillera alrededor del área propia, digna de un equipo que esta debatiéndose entre la vida y la muerte en el final de la liga. Los zaragocistas se desenvolvieron en el campo en muy pocos metros, siempre a menos de siete u ocho metros un futbolista de otros tres o cuatro vecinos en cada circulación, en cada repliegue, en cada formación de estrategia. Atrás, en la defensa del sitio a la portería de Poussin, se apelotonaron varias veces como los toreros forcados portugueses cuando acomete el toro. Al montón. A contrarrestar la arremetida del adversario a base de presencia humana, de suma de fuerzas al unísono.

Gabi engañó con perrería en la previa. Hizo que pusieran en la hoja de partido a Arriaga como tercer central, junto a Jair y Vital, con Calero y Tasende en las bandas. O sea, la recuperación de la defensa de cinco. Pero es que durante el último cuarto de hora del calentamiento previo al duelo, el ayudante de Gabi hizo un claro ejercicio largo de activación donde Arriaga formaba con los otros cuatro. Bien, era mentira. El hondureño fue doble pivote en la medular junto a Moya y la defensa pura fue de cuatro. Otra cosa es que, como se advierte en el inicio de esta crónica, en muchas fases fue una defensa de ocho o nueve. Sin rubor. Esto es ya un ejercicio de supervivencia al límite y todo vale, todo sirve, pocas cosas se podrán censurar si dan resultado o se aproximan a él.

La primera parte tuvo dos fases. Una hasta el minuto 35, cuando el árbitro pitó penalti a favor del Racing y expulsó por doble amarilla a un acelerado Calero, que jugó con fuego y se quemó en un agarrón en el área a Castro en un centro lateral. Hasta ahí, el Zaragoza aún trató de vez en cuando de lanzar pelotazos largos en busca de un milagro en modo de fallo a espaldas de la zaga local, que nunca sucedió. A partir de ahí, el síndrome conservador de los zaragocistas se acentuó por naturaleza propia. Para ello fue culminante que Poussin detuviera la pena máxima lanzada por Andrés Martín tras la revisión del VAR, en el minuto 37. Bien el francés, decisivo en esa acción que evitó que los santanderinos tomaran el timón por completo después de infinidad de minutos de dominio total y estéril.

Hasta ahí, solo hubo una llegada con peligro real del Racing. Fue en el minuto 16 y la acabó Íñigo Vicente en el área, tras tres disparos previos de sus obturados compañeros Arana, Pablo Rodríguez y Andrés, con un chut suave buscando el segundo palo que se le fue fuera por un palmo. Los cántabros tocaban y tocaban, llegaban al borde del área zaragozana con cierta solvencia, pero ahí se les hizo de noche siempre ante la melé defensiva montada por Gabi. Después del penalti, apenas se anotó un cabezazo de Michelin en el segundo palo que detuvo Poussin en una palomita adornada en el tiempo de aumento.

Las hechuras del juego vinieron a ser como las de esos partidos de España ante selecciones menores, con cierto rigor, que se meten atrás desde hace ya unos años y complican los marcadores, tipo Lituania, Letonia, Georgia y otras de ese pelaje. Este papel lo interpretó esta vez el Real Zaragoza. Lo importante era puntuar. Sumar. El 0-0 era oro puro. Y si sonaba la flauta con un gol, miel sobre hojuelas. Eso si, en la primera parte el cuadro aragonés no disparó ni una sola vez a palos. Esta canción suena hace días en el repertorio del zaragocismo. Terrible. Pero esta vez, necesario. No hay más cera que la que arde. Y llegar 0-0 al descanso ya fue una proeza. Tanto como poner nervioso a un Racing muy superior en todo.

En el intermedio, Guti movió dos piezas. Dejó en la ducha a Arriaga, amonestado y siempre al límite. Y también a Soberón, inexistente como Dani Gómez en punta. Al cántabro lo relevó Bazdar. Antes del descanso, Gómez se había ido por fuerza tras la roja a Calero, dejando su sitio a Luna. Gabi creyó posible seguir defendiendo aculado por completo, por acumulación constante, y salir airoso. Pero enseguida el destino le demostró que estaba confundido. En el primer minuto de la reanudación el Racing marcó el 1-0 en un cabezazo de Pablo Rodríguez en el segundo palo tras una jugada de córner en la que centró Ándrés Martín. Adiós muy buenas a la teoría, al dibujo en el papel y la pizarra que lo sujeta todo. Todo lo peleado con rasmia en la primera mitad se había derrumbado como un castillo de naipes.

Nació otro partido, justo en su mitad, con el marcador adverso, el rival gigante agigantado aún más y el Real Zaragoza con un futbolista menos y con el papel asumido de ser el débil de la película, el que siempre pierde en estos guiones. Reaccionó con orgullo el cuadro tomate (de rojo fue esta vez), llegó un par de veces con ganas de inquietar a Ezkieta, que no rompió a sudar en toda la tarde, pero ahí asomó de nuevo la falta de finura, de calidad, de inspiración que fluye en los equipos cuando el suelo se les agrieta y se ve la sombra de la de la guadaña. Bazdar era una isla. Los demás, todos apiñados, casi espalda con espalda, delante del área de Poussin a la espera de agarrar una contra que nunca llegó. Luna y Liso, por las bandas, eran los que más se expandían hacia el campo contrario, pero sin tino.

En el minuto 68, con el Racing muy seguro de sus fuerzas con la ventaja en el marcador, los de Gabi ligaron una jugada. Noticia. Guti entró por la derecha, centró a Bazdar que, en la corona del área, hizo una dejada para la llegada de Moya. Pero el chut franco del mediocampista se marchó al segundo anfiteatro. Una pena. A los montañeses les entró cierto miedo. El Zaragoza, inferior y en inferioridad, no se estaba rindiendo. Por la cuenta que le corría, claro está. Aketxe entró por el amonestado y fallón Moya. Pero cuando alguna neurona de cada cerebro zaragocista empezó a soñar con la chiripa de encontrar el 1-1 y poder marchar a casa con un punto de esos que saben a gloria… Jair fue el encargado esta vez de pegarle un tiro en el pecho al equipo con un fallo grueso, grotesco, impropio del fútbol profesional.

Andrés Martín se resarció del fallo del penalti y anotó el 2-0 en el 67 tras un regalo pueril de Jair, que había cortado de entrada un pase diagonal raso hacia el delantero local. Pero no despejó. Ni cedió a Poussin. No. Paró la pelota en el retroceso hacia atrás y se la regaló a Andrés, como si fuera una gentileza, una asistencia de esas que generan estupor, si no hilaridad a ojos neutrales. Y, claro, ahí murió este Zaragoza ramplón, sin argumentos más allá de defender, defender y defender; de estar juntos, juntos, muy juntos. Por cierto, un método que en La Romareda será difícil de digerir si Gabi osa repetir algo similar. Él lo sabe de sobras.

A falta de 11 minutos, en una acción esporádica de ataque zaragocista, hubo un gol de Luna tras el rechace del portero Ezkieta a un disparo durísimo de Aketxe en el pico del área. La empujó en la raya… pero se señaló mano previa. El VAR certificó que Luna tocó la pelota con el brazo. Ni esto, tan accesorio, le salió bien a este Zaragoza desgraciado. El duelo encaró el final con los santanderinos gustándose. Andrés estuvo cerca del tercero en el 88 y Karrikaburu poco después, a bocajarro. La tarde no estaba para hacer el roto más grande y esta vez todo quedó en un decoroso 2-0. Que, a efectos de rentas, es lo mismo que el 4-1 último en Almería, por ejemplo. El Zaragoza sigue ahí abajo del todo, hundido, atrapado en las arenas movedizas. Nada de lo sustancial cambia. Toca seguir rezando… y mirar a Elda constantemente.

 

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