LIGA 2ªDiv. 2024/25 JORNADA Nº36 (19.4.2025)
PARTIDO OFICIAL Nº 3691
LEVANTE 5-2 REAL ZARAGOZA
1-0, min. 5: Carlos Álvarez
2-0, min. 12: Álex Forés
3-0, min. 50: Morales
4-0, min 85: Carlos Espí
4-1, min. 89: Pau Sans
5-1, min. 92: Iván Romero, de penalti
5-2, min. 93: Soberón
Ficha técnica
Levante: Andrés Fernández; Xavi Grande, Elgezabal, Ignasi Miquel, Pampin; Carlos Álvarez (Sergio Lozano, 61’), Rey (Iborra, 58’), Kochorashvili, Brugué (Carlos Espí, 81'); Álex Forés (Iván Romero, 58’), Morales (Pablo Martínez, 67’).
Real Zaragoza: Poussin, Luna (Tasende, 46’),Vital, Jair, Calero; Adu Ares, Moya, Guti (Terrer, 79), Liso (Aketxe, 57); Bazdar (Soberón, 46’) y Alberto Marí (Pau Sans, 69’).
Goles: 1-0, min. 5: Carlos Álvarez. 2-0, min. 12: Álex Forés. 3-0, min. 50: Morales. 4-0, min 85: Carlos Espí. 4-1, min. 89: Pau Sans. 5-1, min. 92: Iván Romero, de penalti. 5-2, min. 93: Soberón.
Árbitro: Cid Camacho (Comité de Castilla y León). Mostró tarjeta amarilla a Vital (60’) y Jair (90').
Levante 5-2 Real Zaragoza
48.1 % Posesión 51.9 %
7 remates dentro 4
1 disparos bloqueados 7
7 remates fuera 6
17 disparos recibidos 15
0 tarjetas amarillas 2
0 tarjetas rojas 0
15 faltas recibidas 12
13 faltas cometidas 15
124 perdidas de posesión 126
55 recuperaciones de posesión 46
0 fueras de juego 2
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Al Real Zaragoza le dan un repaso: derrota contra el Levante (5-2)
El equipo aragonés cae goleado en Valencia, zarandeado por la verticalidad del Levante, el poco acierto de Gabi y la endémica blandura de sus defensas. Pau Sans y Soberón, al final, marcaron los goles aragoneses.
Mal camino lleva el Real Zaragoza si quiere que lo salven los demás. Salió al Ciutat de Valencia como si hubiera jugado en Ferrol, donde el Eldense perdió y evitó que subiera la línea del descenso, y se llevó un repaso como una catedral. El Levante le pasó por encima, le goleó y evidenció la diferencia individual, pero, ante todo, colectiva que hay entre estos dos equipos. El Zaragoza seguirá penando, confiado en que La Romareda le dé la vida, porque el fútbol no se la da.
Gabi trajo casta, corazón, carácter competitivo y coraje, pero, en cuanto eso desaparece, hay muy poquito que rascar, porque el entrenador, fútbol, lo que es fútbol, le ha dado poco. Como manda la grave situación, ha optado por los atajos y simplificar las cosas, pero el Real Zaragoza necesita algo más. Ni se sabe su identidad ni el camino por el que va a ir. No se sabe si juega a ser protagonista o antagonista; si juega desde la posesión o desde los espacios; si juega por dentro o por fuera; si juega a defender en su campo o en el campo rival… Demasiados cables desconectados en un fútbol aún indefinido, como el plan de partido ante un Levante vertical, agresivo, veloz y hambriento, valores opuestos a la blandura, espesura, lentitud y temor exhibido por el Zaragoza. El Levante puede subir y el Zaragoza puede bajar y solo hay que ver el partido para saber las razones.
Gabi sacudió el once con cinco cambios que al equipo le costó digerir. Moya relevó a Arriaga; por Francho entró Luna en el lateral derecho; Calero regresó, pero en el flanco izquierdo de la zaga por Clemente; Liso recuperó el extremo zurdo, mandando a Ares a la derecha y a Aketxe a la suplencia; y, como colofón, Alberto Marí irrumpió en la delantera por Soberón. Decía Gabi Fernández esta semana que el Zaragoza debía ser más agresivo en ataque, pero no parece Marí el delantero con más colmillo y furia, ni del mundo ni de la plantilla.
El Zaragoza se articuló en un 4-4-2 clásico de Gabi Fernández, aunque con una altura defensiva muy temeraria teniendo en cuenta los centrales del equipo y los atacantes punzantes de un Levante al que Calero le dio matices más valientes. Es un bloque muy bien armado y trabajado, rico en registros, pero al que su entrenador afiló además con la entrada de un extremo vibrante como Brugué por un centrocampista todoterreno como Pablo Martínez. Este cambio mandó a Carlos Álvarez, un duende, un genio fuera de categoría, al carril central. Otra novedad fue la entrada de Álex Forés en la delantera. Pero sobre todo la clave del Levante es su doble pivote: Oriol Rey y Kochorashvili son los dos pilares sobre los que se asienta el equipo y que le permiten a Calero explorar diferentes arquitecturas tácticas en función de la fase del juego: ese doble pivote lo sujeta todo, permite lanzar arriba a laterales con alma ofensiva como Pampín y Xavi Grande, y meter adentro a sus extremos, dos jugadores con calidad para combinar, pero también para rasgar en diagonal, como Morales y Brugué. Calero no apostó solo por un once más ofensivo, sino más veloz: eso fue determinante para reducir a cenizas la rígida y paquidérmica defensa del Zaragoza.
Desde un principio se observó la distancia colectiva entre ambos conjuntos. El Levante salió como un rayo, explotando la espalda de la defensa del Zaragoza, que se movió a paso de peso pesado, con un Vital agarrado a la madera en pleno naufragio. Al portugués le hizo un traje José Luis Morales, con dos requiebros dignos del mejor sastre, después de que la defensa aragonesa se expusiera abierta y sin basculación. Apareció Carlos Álvarez para poner la cabecita en forma de gol.
El Levante salió con fiereza, cargando el área con mucha gente, envalentonado por su estadio y su grada, y envolvió al Zaragoza hasta estrujarlo con una tenaza. El equipo de Gabi era un pez en un lago de tiburones, un peluche en las garras de un tigre. En otra acción de defensa abierta, el Levante pilló en ropa interior de nuevo al Zaragoza: Brugué le levantó las pegatinas a todos ante un pase profundo de Carlos Álvarez, ni Jair ni sobre todo Vital se pusieron de acuerdo con el balón, y la pelota le cayó a Forés, quien ajustició a Poussin con una parábola suave y esponjosa. El Levante ponía así el 2-0 en un partido con más goles que ocasiones, y nos recordó de la importancia en esta categoría de aprovechar el ‘momentum’ en los partidos, esos tramos favorables donde el juego te lleva a dominar y amenazar. Poco más diez minutos pueden servir. El Levante los aprovechó y el Zaragoza no tuvo armas para resistirlo: por eso es importante no solo el entramado defensivo, sino la defensa, una defensa capaz de proteger al equipo en esos momentos severos.
El Zaragoza tenía la espalda pulverizada por el Levante, hasta entonces un avión en un partido que jugaban equipos que parecían de deportes diferentes. Fue con 2-0 cuando el Zaragoza insinuó algo aproximado a un plan de juego. El Levante maneja muchas maneras de expresarse en un partido y, con la renta de dos goles, se acurrucó en su campo para defender los espacios. Quizá eso era lo que pensó Gabi que iba a hacer desde el principio, y de ahí su apuesta por delanteros con poca capacidad para atacar desde lejos la portería como Marí o Bazdar.
El Zaragoza tomó la posesión, pero sin productividad. El Levante seguía dominando, intimidando y amenazando en largo. Bazdar tiró fuera un mano a mano cuando eso parecía lo difícil. Brugué había rematado de cabeza sin tino. Moya no completó una incursión en el área… Ares tiró alto un balón repelido en un saque de esquina… El peligro se fue alternando en ese renovado escenario. El Zaragoza ya no pegaba el pelotazo arriba (Calero apostó por Miquel para ganar esas acciones tan habituales en el modelo de Gabi) porque la pelota le volvía igual de rápido que iba. Jugaba más en corto, con más pausa… pero perdía y exhibía desajustes imperdonables en la presión tan adelantada, muy contrario al juego acorazado y compacto de los primeros días con Gabi. Era un tramo de partido en el que el Zaragoza plasmó la asimetría de sus flancos, con Liso y Luna dando amplitud, y Calero -como extraño mediapunta izquierdo con balón- y Adu Ares metidos en zonas interiores. En esas, Poussin salvó el tercero en un remate a bocajarro de Forés. La imagen de Vital mal perfilado y perdiendo las referencias lo dice todo de su fútbol.
El Levante cedió terreno y el Zaragoza tuvo más llegada con un disparo cruzado de Bazdar, un cabezazo de baja potencia de Jair y dos remates peligrosos más de Adu Ares. Pero el Levante daba la sensación de tenerlo todo bajo control, conocedor que las debilidades del rival estaban ahí a su entera disposición.
Al descanso, Gabi metió a Tasende y Soberón por los dos mejores futbolistas del Zaragoza en la primera mitad: Bazdar y Luna. En los dos últimos partidos, el técnico ha realizado cinco cambios en el intermedio, movimiento brusco de piezas que dice pocas cosas bien de cómo se plantearon esos partidos. Guti, con un disparo que rozó un defensa, lo intentó, pero el Levante sacó la lanza y atravesó el corazón del Zaragoza por la débil costilla de Jair, quien se tragó una pelota para que Morales, un futbolista de gama alta por muchos kilómetros que lleve, bailara a Poussin y marcara el tercero. El partido, digamos, que murió ya ahí. Soberón tuvo su aparición, pero el Levante se encapsuló y blindó bien. La entrada de Aketxe por un Liso a quien cada vez cuesta más ver como extremo no tuvo claros efectos. Calero sacó del campo a sus dos dandis, a Carlos Álvarez y Morales y comenzó a gestionar físicos y oportunidades, mientras su equipo siempre amagaba con el cuarto tanto.
Gabi se acordó de Pau Sans cuando en la hoguera ya solo había cenizas. No paso mucho más que, por supuesto, ese cuarto tanto del Levante que tanto estaba llamando a la puerta, obra de Carlos Espí, el joven reloj del gol granota. A continuación, Pau Sans puso en evidencia que su fútbol merece mejor trato y recortó. Pero aún hubo más: Iván Romero marcó de penalti, justo antes de que Soberón, en balón parado, le diera más maquillaje a su equipo con el 5-2.
Fue la guinda del pastel amargo que se tuvieron que comer los mil aficionados del Zaragoza en la grada. Ni los cinco goles les cortaron las cuerdas vocales. La afición sabía, quizá tanto como su entrenador, que las guerras que hay que ganar son otras: el derbi aragonés contra el Huesca, por ejemplo.
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