LIGA 2ªDiv. 2024/25 JORNADA
Nº40 (18.5.2025)
PARTIDO OFICIAL Nº 3695
REAL OVIEDO 1-0 REAL ZARAGOZA
1-0, min. 91: Paulino
Ficha Técnica
Real Oviedo: Escandell; Luengo, Dani Calvo, Costas, Rahim Alhassane;
Sibo, Colombatto (Paraschiv, 86); Hassan (Paulino, 67), Cazorla (Seoane, 67),
Portillo (Cardero, 67); y Viñas (Alemao, 29) .
Real Zaragoza: Poussin; Francho, Lluís López (Vital, 19), Jair, Tasende
(Clemente, 74); Arriaga, Moya; Pau Sans, Adu Ares, Liso (Aketxe, 69); y Soberón
(Dani Gómez, 69).
Árbitro: De la Fuente Ramos (Comité Castellano-leonés). Amonestó a
Arriaga (57), Pau Sans (82), Adu Ares (96) y Moya (97).
Goles: 1-0, min. 91: Paulino
Incidencias: Tarde primaveral, con 23 grados al inicio del choque (las
16.15). El césped del Carlos Tartiere presentó un buen estado. En las gradas
hubo 23.000 espectadores, entre ellos alrededor de 125 zaragocistas.
64.6 % Posesión 35.4 %
2 remates dentro 1
3 disparos bloqueados 1
9 remates fuera2
4 disparos recibidos 14
0 tarjetas amarillas 4
0 tarjetas rojas 0
15 faltas recibidas 7
7 faltas cometidas 16
127 perdidas de posesión 134
46 recuperaciones de posesión 39
0 fueras de juego 0
xxxxxx
El Real Zaragoza cae en el tiempo de aumento en Oviedo y alarga su suplicio
En un partido pobre de
planteamiento y desarrollo, los de Gabi encajaron el 1-0 en el minuto 91 en un
córner mal defendido. Antes, el equipo asturiano había fallado un penalti por
medio de Cazorla en el 60.
El Real Zaragoza salió de vacío de su visita a Oviedo tras encajar
el 1-0 decisivo pasado ya el tiempo reglamentado, en el de aumento. Lo que
otros días ha sido un arma a favor, esta vez fue un disparo letal en el cuerpo
de los zaragocistas. En una tarde de muchos pulsos alterados, los locales
dieron así forma a un triunfo clave para ellos en la pelea por el ascenso a
Primera División y dejaron a los aragoneses una semana más atascados peligrosamente
en las arenas movedizas del descenso.
Aburrido, tedioso resultó -sorprendentemente- el primer tiempo de este
partido con tanto en juego. Predominó el fútbol lento, de ritmo de
moviola, con infinidad de pases horizontales y pocos verticales. La
apreciación, con leves matices porcentuales, sirve para los dos contrincantes.
Tuvo el balón más en su poder el Real Zaragoza en el primer cuarto de hora. El
Oviedo espabiló y demostró algo más de ganas pasada la media hora del duelo. El
resto de tramos, seis de uno y media docena de otro en cuanto a afanes,
intenciones e iniciativas. Fue todo muy carente de sustancia, de rasmia.
El partido salió de la caja al desprecintarlo con esas características
propias de muchos en la antepenúltima jornada de la liga, con los ovetenses
optando al ascenso a Primera División y los zaragocistas en busca de eludir un
catastrófico descenso a Primera RFEF, el tercer escalón del balompié nacional,
con más miedo que alma. Con un exceso de respeto a no fallar. Con el
mandato de sus respectivos entrenadores de arriesgar lo mínimo, de que no
importaba para nada llevar la resolución del marcador al final de la hora y
media. Fútbol moderno, neofútbol. Intervencionismo descomunal desde los
banquillos.
El Oviedo, pitado
El Oviedo fue pitado por su afición. Enseguida. En el minuto 15 ya hubo
un runrún sonoro porque Veljko Paunovic optó por meter a los azulones atrás
mientras el Zaragoza gobernaba la pelota con suma comodidad en la
medular, generalmente sin demasiada voluntad de generar peligro con celeridad.
Toque, toque y toque. Y es que los aragoneses habían hecho ya un par de
llegadas con balones al área que Soberón y Sans no supieron encontrar en el
último instante. Y el propio Sans había rematado en el minuto 6 desde fuera del
área con espacio franco, pero le dio mal al balón, flojo y fuera por 3 metros.
En el otro lado, solo el internacional uruguayo Viñas, ariete en vez del
brasileño Alemao, se fajó un par de veces con algo de veneno en balones por
arriba. En el 8, el charrúa remató con el pie un centro atrás del extremo
diestro Hassan y, por fortuna, el balón se estrelló en el cuerpo de Jair. Fue
la única llegada clara del Oviedo hasta el descanso.
Para detener al veloz Hassan, Gabi apostó por Liso como
extremo, en realidad como segundo lateral para apoyar al habitualmente
desbordado Tasende. Lo tuvo que asistir al menos cuatro veces, aunque Hassan no
logró gestar más acciones de gol que la reseñada al inicio. Solo un nuevo
remate de Viñas, de cabeza superando a Jair en un centro de Rahim Alhassane en
el minuto 24 cabe considerarlo como opción de gol. Se le fue alto por
poco. Del Real Zaragoza no hubo noticias en ataque. Nada de nada. Amagos,
merodeos, pero sin un átomo de potabilidad futbolística. Adu Ares como enganche
en la media punta fue una isla, como Soberón solo arriba del todo. Liso y Sans,
salvo ese inicio de partido engañoso de dominio fofo, no llegaron con
personalidad a los terrenos de la verdad. Arriaga y Moya, en la medular, fueron
una pareja de corte y destrucción más que de creatividad.
El Real Zaragoza se debió sentir cómodo con un partido tan plano, con
ese 0-0 que no molestaba y dejaba abierta la puerta a una segunda parte en la
que podía tocar la lotería, como tantas otras veces. Gabi aplaudía mucho a sus
pupilos. Y, en realidad, esa sensación de calma chicha de los primeros 45
minutos fue promovida sobre todo por la timorata puesta en escena de un
decepcionante Oviedo. Atenazados, tensos, superados por la responsabilidad se
apreció a los astures.
Dos lesiones
Por encima del juego, y es un dato que habla solo, lo más reseñable en
la primera mitad fueron las dos lesiones con sustitución vividas enseguida, una
por bando. La primera, en el minuto 19, de Lluís López, que fue supllido con
algún problema muscular en la pierna derecha por Vital. Y en el 29 cayó
lastimado el uruguayo Viñas en una caída en la que la rodilla derecha le hizo
un mal gesto. Entró al campo Alemao, habitual titular y demonio para los
zaragocistas en partidos y años anteriores.
El paso por los vestuarios no trajo consigo cambios nominales y
tanto Paunovic como Gabi, viejos colegas en el Atlético de Madrid, optaron por
seguir con sus apuestas de inicio con esos matices de los cambios sobre la
marcha por lesión. Los primeros minutos del segundo tiempo se desenvolvieron de
modo parecido al caldo espeso, bazofia, que había en la olla tras la primera
mitad del duelo. Parsimonia, pases de seguridad atrás y a los lados, poca
movilidad en los espacios y desmarques… de nuevo, descripción que servía para
el Oviedo y el Real Zaragoza, tal para cual.
En los primeros trasteos de la reanudación, Liso probó suerte desde
lejos en el minuto 48 y su zurdazo desde 30 metros se marchó alto, al segundo
anfiteatro del estadio. La réplica del atribulado Oviedo llegó en el 53 en
otra jugada de Hassan, el único jugador con resortes propios para tratar
de generar fútbol individualmente, quien tras sentar a Tasende en el lateral
del área disparó cruzado muy mal. A partir de esta acción los ovetenses
despertaron de su letargo. Algo se activó en ese preciso instante.
En el minuto 57, el lateral Rahim se metió en el área en una acción
individual, remató raso, dio en Francho que lo trataba de parar y la pelota dio
el el exterior del palo derecho y se fue a córner. A la salida de ese saque de
esquina, en segunda acción, Cazorla centró raso, remató Dani Calvo y el balón
dio el la mano de Jair, muy abierto su brazo. De la Fuente Ramos pitó penalti y
el VAR lo confirmó. En el 60 lo lanzó el veterano internacional Cazorla, al
mismo punto del poste derecho, saliendo fuera. Ahí pudo cambiar de rumbo el
guion y capotar el Zaragoza. Poussin, esta vez no detuvo la pelota, pero
adivinó el sitio. Tiene duende el francés en las penas máximas.
Con el Oviedo mellado mentalmente por este error grave en una jugada de
gol, el Zaragoza salió una vez al ataque y se pidió penalti en una
jugada de Pau Sans que fue al suelo en el forcejeo con Rahim en el minuto 63.
Ahí, ni el árbitro ni el VAR vieron nada punible. Mientras los zaragocistas se
desgañitaban en las protestas, los locales montaron una contra en la que
Hassan, de nuevo, superó a Tasende y remató raso a las manos de Poussin. Fue lo
último que hizo el activo franco-egipcio pues, ante la estupefacción del
público asturiano (y el agradecimiento del zaragocismo), Paunovic lo sustituyó
en un triple cambio en el 67.
El alboroto habitual que generan los relevos a mansalva en los partidos,
mezclado con varios parones provocados por lesiones o golpes de jugadores del
Real Zaragoza (el otro fútbol es su eufemismo) llevó la trama del juego a
un batiburrillo de jugadas sin sentido hacia los dos lados. Tasende, que
pasó malísima tarde, se fue lesionado en el 74. Entró Clemente. Gabi había
mudado el ataque con Dani Gómez y Aketxe en vez de un desaparecido Soberón y
Liso. El Oviedo trató de acelerar sus motores. Cardero buscó portería en el 76
desde 25 metros y el balón rozó la escuadra izquierda por fuera. El ambiente en
la grada del Tartiere era ya el clásico del frenesí y los vértigos de los
partidos decisivos. Por cierto, aplaudieron el gol del Eldense en Castellón a
falta de un cuarto de hora. Estaban a todo.
Seoane, uno de los refuerzos frescos de los azulones, rozó el gol en el
86 en un disparo desde la corona del área que rozó la cruceta. El Zaragoza
trataba de pausar el juego y el Oviedo era un ovillo de nervios en cada jugada,
jaleado por su público, histérico. Era un fútbol de despropósitos, de
querer y no poder en los ovetenses y de querer poco en el bando aragonés. Y,
claro, como es ya casi norma escrita en el fútbol del siglo XXI, llegó el
tiempo de aumento y se destaparon todos los corchos y entibos que comprimieron
el partido hasta ese añadido, que fue de 6 minutos.
Y el Oviedo encontró la lámpara mágica y al genio en un córner. El balón parado, esta vez penalizador para los zaragocistas. En el 91, Paulino remató en plancha de cabeza, solo en el segundo palo, un saque de esquina peinado con anterioridad en el primero por el rumano Paraschiv para rebasar por arriba a toda la tropa de defensores y atacantes. El Real Zaragoza tomó un amargo trago de su propia medicina, esa que en días recientes le ha dado la vida con goles postreros a favor. Esta vez tocó morder el polvo bajo el mismo método. El final llegó entre la fiesta del estadio Tartiere, el bajonazo moral de los zaragocistas y el alivio de saber que el Castellón le había empatado al Eldense a última hora. Toca seguir sufriendo hasta el penúltimo metro de la liga. ¡Qué suplicio!
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