LIGA 2ªDiv. 2025/26 JORNADA Nº7 (26.9.2025)
PARTIDO OFICIAL Nº 3705
MIRANDES 0-1 REAL ZARAGOZA
0-1, min. 27: Sebas Moyano
FICHA TÉCNICA
Mirandés: Nikic; Novoa, Juan Gutiérrez, Postigo (Alberto Marí, 70’), Pica (Íker Córdoba, 66’), Medrano (Pablo Pérez, 46’); Marino, Bauza, Pablo López (Varela, 81’); Petit y Carlos Fernández (El Jebari, 66’).
Real Zaragoza: Andrada; Francho, Insua, Tachi, Pomares; Guti, Paul Akouokou, Saidu (Keidi Bare, 81’); Cuenca (Paulino, 52’), Sebas Moyano (Tasende, 81’); Dani Gómez (Bazdar, 81’)
Goles: 0-1, min. 27: Sebas Moyano.
Árbitro: Orellana Cid (Comité de Andalucia). Mostró amarillas a Saidu (7’), Bauza (26’), Guti (65’). Pablo Pérez (85'), Varela (90'), Andrada (92')
Mirandés 0-1 Real Zaragoza
49.6 % Posesión 50.4 %
2 remates dentro 2
7 disparos bloqueados 4
5 remates fuera 4
10 disparos recibidos 14
3 tarjetas amarillas 4
0 tarjetas rojas 0
18 faltas recibidas 19
19 faltas cometidas 18
120 perdidas de posesión 111
55 recuperaciones de posesión 52
2 fueras de juego 0
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El Real Zaragoza despierta y gana su primer partido de la temporada (0-1)
Gabi regatea la crisis con un buen triunfo del equipo aragonés contra el Mirandés. Un gol de Moyano alimenta una victoria clave en un partido completo, serio y práctico.
Ganar era así. La victoria, la primera de la temporada después de siete partidos, era un manantial en el medio del desierto que había que proteger, defender y santificar porque el Zaragoza la necesitaba como el comer, aunque no tanto como su entrenador. El conjunto aragonés ganó el partido en la primera mitad y lo protegió en la segunda. Un gol de Sebas Moyano lo puso de cara y un concierto de defensa colectiva dirigido por Paul Akouokou tras el descanso lo aseguró en Mendizorroza, tras un partido ameno, inclinado hacia el lado visitante gracias a su aplomo y control de las situaciones. Gabi sacó así adelante el aprieto de una crisis con muy mala pinta venciendo al Mirandés y haciéndolo, sobre todo, desde su papel de entrenador: él marcó las diferencias con un Zaragoza nuevo, levantado sobre postulados distintos. El giro fue radical. ¿Cómo es posible una transformación así en solo cuatro días?
Ha habido que verle las orejas al lobo para que descubramos el Zaragoza que quizá puede ser. Eso lo dirá el tiempo, porque aquí ni ha empezado ni ha acabado nada. El triunfo tiene el valor de tres puntos, pero quizá lo mejor no fue eso, ni siquiera el resultado: fue la evolución de su juego, el giro que pegó de arriba abajo el equipo y que le permitió castigar al Mirandés en la primera mitad y domarlo en la segunda. Sobre un novedoso 4-3-3 y un centro del campo con peso real en su juego, con piernas e ideas, el Zaragoza desplegó un partido completo, serio, formal, práctico y experto, dándole a cada momento lo que necesitaba. Pero sobre todo creció con la pelota, con los engranajes más fluidos y afilados ante un Mirandés muy tierno, muy espeso y muy insustancial.
Con la soga al cuello -o como el pez que pega coletazos cuando lo sacan del agua buscando oxígeno a la desesperada-, los entrenadores buscan soluciones incluso donde solo pueden encontrar más problemas, y Gabi decidió cambiar de portero, aquello que, dentro de lo que cabe, al menos funcionaba. Pero Andrada ha llegado al Zaragoza con galones y Adrián se fue al banquillo aprovechando que el equipo necesitaba estímulos de cualquier manera. Además, Gabi sorprendió con la entrada de Cuenca, jugador que se quedó en plantilla por los pelos, y le dio los primeros minutos del curso a Tachi. En total hubo siete cambios, revolcón digno de entrenador en apuros. Pero el Zaragoza lo que cambió de verdad no tenía nombres ni apellidos, sino una idea. El equipo jugó a otra cosa, su fútbol recuperó sentido, verticalidad, aplomo, intención y productividad. El Zaragoza, en resumen, jugó más alto en el campo (defendiendo y atacando) y con el balón más abajo en la construcción del juego.
Y así, el equipo, sobre un 4-3-3 en el que Paul, Saidu y Guti inyectaron cantidades industriales de consistencia, calidad de robo, fibras musculares, ritmo defensivo y control de la situación, el Zaragoza exprimió su mejor versión de la temporada en los usos y empleos de la pelota, pero también con un preciso dominio de los espacios, defendiendo y atacando. Eso produjo un mapa de partido en el que el Zaragoza, en cuanto se serenó y pausó su corazón, empezó a inundar el 5-2-2-1 del Mirandés, totalmente fijado y bloqueado por el plan de Gabi de ensanchar el centro del campo e incrementar en esa zona su densidad defensiva. Esa superioridad posicional le permitió al Zaragoza explotar los puntos débiles del Mirandés, con cambios de orientación hacia Cuenca o buscando a Moyano… Como el Mirandés cierra con tres centrales y el Zaragoza atacaba con tres hombres, las situaciones de uno contra uno fueron una palanca decisiva.
Marcos Cuenca jugó un papel esencial en esta trama. Su capacidad de desborde y su osadía para encarar pusieron al Zaragoza a toda velocidad en dirección a la portería de Nikic. Un centro del canterano al que no llegó Moyano fue el primer aviso en ese episodio inicial en el que al equipo le costaba acercarse a Dani Gómez y pecaba de precipitación. Pero, poco a poco, las piezas fueron encajando. Una buena triangulación en la izquierda, con centro de Pomares, la remató Cuenca sin tino.
El Zaragoza salía mejor que nunca desde su defensa y progresaba. La pelota circulaba, se recuperaba rápido… Es un equipo que ataca mejor conforme más arriba, activo, junto y agresivo defiende. De ahí saca ventajas, vértigo, superioridades, buenas ofensivas. Un tiro lejano de Saidu fue el vaticinio de una soberbia secuencia colectiva a la que Cuenca le dio electricidad para que Francho encendiera el interruptor: la luz la puso Moyano con una gran definición.
El gol premiaba al Zaragoza. Aún pudo Cuenca, en otro culebreo, ampliar el resultado a la media hora. Todo aquello en lo que no funcionaba el equipo comenzó a hacerlo. Como si el Zaragoza fuera otra cosa distinta, desconocida, un coche recién salido del concesionario y no un amasijo de chatarra.
El Mirandés vivió alejado toda la primera mitad de Andrada, de quien supimos que tenía guantes ya al filo de descanso, cuando rozó un misil de Marino Illescas. Apenas lució en los locales Pablo López, su mediapunta derecha, en ese cuadrado que armó Fran Justo con dos mediocentros y dos mediapuntas por detrás de Petit. Poco más consistente y confiable dejó este Mirandés aún muy alejado de la figura apuesta y firme con la que rozó la Primera División.
Del intermedio, el Zaragoza salió con la mala pata de la lesión de Cuenca, tieso de correr hacia delante y hacia atrás. Entró Paulino y el equipo perdió fuelle en ese flanco: de la velocidad de uno se pasó al juego de pies de otro. El Mirandés lo buscó, con un centro que despejó Francho en tierra de peligro. Pero este acto, poco a poco, fue llevándolo el Zaragoza hacia un juego de pulsaciones más bajas, menos riesgos, más firmeza posicional… Paulino no le dio suficiente comba a un disparo. Su sistema de contención se fue imponiendo, mientras el Mirandés apenas encontraba fisuras, oportunidades, una miga que llevarse a la boca. Era el Zaragoza más cercano a las esencias de Gabi, ese universo donde deben pasar pocas cosas.
Fran Justo fue agitando el banquillo, y en el minuto 70 quitó a Postigo, un central, para meter a Alberto Marí en punta y artillarse con un 4-4-2. El Mirandés comenzó a manejar más la pelota en campo rival y el Zaragoza se fue atornillando más cerca de Andrada, sin cambios que le dieran piernas por arriba. Marí, de cabeza, avisó. Y Bauza, en un saque de esquina mal defendido, le pegó como pudo, casi sin saberlo, pero la pelota le fue al larguero. Eran minutos también en los que Paul dejaba su impronta, llenando el fútbol del Mirandés de dentelladas, de mordiscos a su juego. Gabi movió pieza a diez del final: Dani Tasende, Keidi Bare y Bazdar relevaron a Moyano, Saidu y Dani Gómez, secó de gasolina tras una noche en bólido.
Gabi buscó sellar el flanco izquierdo con Tasende jugando de extremo, o de doble lateral. Una internada de Francho, con pase de la muerte, la recogió Guti, pero su remate, en el corazón del área, donde los goles solo pueden ser goles, pegó en un defensa burgalés cuando la pelota iba directa a la red. Los de Gabi, en todo caso, apenas sufrían, solo crujieron algo sus costuras en el balón parado.
El Real Zaragoza comenzó también a tirar de experiencia. A pagar con la moneda con la que otras veces le pagan: remoloneando caídas, parando el juego, rodando por el césped, sacando faltas… Jugando al fútbol, en resumen.
El Mirandés se fue así diluyendo, el partido marchitándose… En el Zaragoza, había mucho que defender, quizá un nuevo comienzo... A veces un solo triunfo cambia vidas enteras... Gabi se ganó así una bala más que disparar para que su equipo crezca y se haga mayor. El Zaragoza pisó en Vitoria con una nueva huella, y esa pisada le tiene que abrir ahora camino en la jungla despiadada y asfixiante de la Segunda División
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